Lunes, 4 Aug 2003
05:56
Amor:
Gracias a ti, por las rosas blancas y por unos instantes con Becquer. Espero que logres encontrar el balance entre ese dar y recibir, recuerda que en cada visión de nuestra vida, vemos las cosas no como realmente son, sino como realmente somos por dentro.
Nuestra "objetiva subjetividad" complica la comunicación entre seres humanos. Esta por eso debe ser intencional y propositalmente buscada como un encuentro de mentes y corazones, donde todos tienen su verdad y con razón, porque eso surge dentro de cada persona, con la fuerza de un volcán en unos casos, con la suavidad de una brisa en otros.
Lo importante amor es que cada visión es única, por eso es que hay que respetar a todos y cada uno de los seres humanos, la imposición de mi verdad, es apenas una postura arrogante que lo único que logra es la fragmentación, el separatismo, la desunión y la discusión.
Las posiciones a ultranza no nos permiten ver la complejidad, ni la reflexión profunda. Vivimos surfeando para no caer en el escenario tempestuoso de un mundo cambiante y caótico. Pero siempre (palabra peligrosa, que deslizo con humildad, por eso he de procurar explicar el "siempre”) fue así, el caos existió desde que existe el orden, así detrás de una tormenta está el sol, detrás de un invierno viene la primavera, detrás de un huracán viene la calma.
La felicidad, como la tristeza, como la paz no son en mi opinión estados...más bien son procesos de la vida. Esta en su gran escuela nos enseña que el fracaso, los fracasos son necesarios, no sólo porque son la puerta hacia el éxito, sino porque son fuentes de aprendizaje y aun de sabiduría, sólo que hay que buscar la humildad en nuestra ignorancia, para dejar nuestros cerebros hambrientos de creatividad y muchas veces de soledad, para reconocer la importancia de la innovación, del amor, de la pareja, de la familia.
Que importante es romper la rutina, quebrar el modus operandi, rompiendo el statu quo, saliendo de nuestra confortable zona de comodidad para enfrentar una nueva brisa o una nueva tormenta. Esa es la vida, esa es la realidad darviniana de una sociedad donde sólo la comunión de mentes que acepten su diversidad y sus diferencias podrá hacer el milagro sinérgico de la comunión de distintos espíritus, comprendiendo que el conflicto es natural a la naturaleza instintiva del homo sapiens.
Nuestra naturaleza animal es la que nos hace luchar por un espacio, sin embargo es el cultivo de nuestra propia cultura la que debe reorientar la lucha separatista, fundamentalista por el encuentro a través del diálogo y de la cesión cuando corresponde. De ahí que no importa sí soy hombre o soy mujer, ni del puesto o posición que ocupo, de sí soy conservador o liberal, de sí soy religiosos o ateo, de sí soy innovador o convencional... lo que importa es tener claridad en nuestras mentes y corazones, precisión en lo que queremos y deseamos.
La claridad que nos permita sumergirnos y dejar de surfear, sumergirnos en el compromiso, sin miedo a caer de la cresta de la ola. Ahí en ese acto debemos reflexionar profundamente, reconocer nuestro mundo interior y el de los otros descubriendo la infinita variedad de nuestra flora y fauna interior.
Cuanta belleza y cuanta lucha por la sobrevivencia, ahí tenemos nuestros propios depredadores, pero también nuestras ninfas y nuestras musas. Hay de toda en esa jungla desde caballitos de mar y anémonas gráciles, estrellas de mar... hasta tiburones, ballenas y cachalotes. Así somos, domadores de nuestro propio circo, mostramos nuestros delfines, pero también ocultamos nuestras mantas y rayas. Muchos ocultan sus moreras, no obstante el Hombre no puede pescar en su propio acuario, por esa razón tienes que aventurarte a recorrer mirando otras peceras y después aventurarse en la inmensidad de otros océanos, en la hermosa aventura que es la vida y que termina en esta vida con una muerte, con muchas muertes.
Vivimos pues y morimos todos los días, un poco cada día para resucitar de cada sueño, incluso del eterno. Hagamos pues de cada día, de cada sueño un lapso que valga la pena para cada uno, independientemente de nuestras peculiares y particulares.
Un fuerte abrazo siempre
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