Esta es mi primera carta; te llama a Roma, o me devuelve a París. Créeme que nada en esta vida sería capaz de separarme o desviarme de tí. No puedo decirte cuánto sufro, porque estás sufriendo también. Piensa! Un mes habrá pasado antes de que regrese a Roma; pero luego tendré un mes cerca de tí. Sería que tú vengas unos días antes. Si no vienes, todos los errores corren por tu cuenta; porque te amo muchísimo, te llamo a mi lado constantemente, así no tendrás pretexto para abandonarme. Recuerda que debemos terminar juntos nuestros días. Es un pobre presente, regalarte el resto de mi vida, pero tómalo... Mi buen ángel, sé mi guardián.