HISTORIA DE SABIOS
En la antigüedad hubo un anciano llamado Angan a quien apodaban “El tonto”. Vivía en un lugar conocido como Peishan, en Jizhou.
- ¿Por qué lo llamaban “El tonto”?
- ¿Por qué?
- Es acaso que era un ser torpe.
- No, él era un buen maestro en todos los aspectos, capaz de cultivar la tierra, cazar, trabajar la madera, labrar la piedra y muchísimas cosas más.
Y, hace tan poco, en otro tiempo, en otro espacio hubo otro anciano llamado Wu Yong, también buen maestro, ávido lector, con alma pura y cualidades dignas de resaltar.
Se preguntarán ¿Qué más tendrían en común estos ancianos?, pues también fue tomado por algunos como un “tonto”.
Entonces, ¿Por qué eran estúpidos?
La respuesta rotunda sería ¡NO!, puesto que en ambos casos se trataba de hombres extremadamente reflexivos e ingeniosos cuando trataban cualquier asunto. Pero a los ojos de aquellos que recurrían a un ardid para obtener algo, ellos fueron tontos, incapaces de recurrir a ninguna artimaña y que jamás pensaban en cambiar de idea cuando veían algo turbio o extraño que pudiese afectar a otros. De allí, sus sobrenombres de “tontos”.
Angan de Peishan no deseaba resignarse a su vejez. Mientras que Wu Yong no se resignaba a dejar que la muerte le ganara la batalla.
Uno, el primero tenía noventa años y seguía trabajando la tierra con sus hijos y sus nietos. Cuentan que cubría sus viejos huesos con un manto de estrellas refulgentes y llevaba la luna como sombrero.
El otro Wu Yong tenía 67 años y alimentaba de sabiduría su hogar, relataba una vida llena de satisfacciones y del orgullo que llenaba su gran corazón por haber sido siempre un hombre sencillo, trabajador, justo y honrado.
Un día, alguien le aconsejó al más anciano de los personajes de esta historia:
-Viejo tonto, ya tienes muchos años de edad.
-¡Deja que tus hijos y tus nietos trabajen y hagan las cosas por ti!
-¿Acaso no quieres gozar de la felicidad otros años más?
-No es posible. Todavía tengo fuerzas y, mientras me quede un solo día de vida, ¡Seguiré trabajando!
–Dijo sonriente “El mal llamado tonto.
- No puedo llevarme a la boca un pan sin trabajar. No, no puedo quedarme con los brazos cruzados todo el día sin hacer nada mientras los demás trabajan –agregó-.
Mientras tanto El Guerrero Valiente Wu Yong en otro lugar muy lejos de China y en otro tiempo…
Luchaba contra la muerte y decía
.- “La muerte no podrá ganarme, todavía tengo fuerzas”, mientras su hija Jem veía en los ojos de su anciano las estrellas apagándose.
El primer anciano siguió trabajando. Pero a los ojos las gentes, se volvía más y más tonto. A medida que aumentaba el número de bocas que había que alimentar en la familia, era necesario roturar más tierra cada año. Para roturar la tierra montañosa, era necesario picar piedras, transportar tierra y excavar acequias. El anciano Angan estaba siempre a la cabeza de toda su familia trabajando de sol a sol, desafiando el viento y la lluvia.
Mientras que Jem hoy mira a través de una ventana los hermosos verdes que las manos de su padre sembraron, para recordarle que siempre estaría con ella y pensaba en ambos viejos y se decía Angan
-¿Es acaso tu fuerza parte de nuestra herencia?
El viejo maestro aleccionaba a sus descendientes diciéndoles que debían trabajar consecuentemente, sin temer a las dificultades ni holgazanear, si querían tener éxito en cualquier cosa que se propusieran.
-El trabajo cuando tiene un objetivo y se hace con gusto no es trabajo es vivir, es respeto, es placer.
Por su parte Jem recordaba la voz de su Guerrero diciendo:
- “Nadie debe hacerte sentir que algo no puedes hacer”. Y en sus horas de desvelo, noche trasnoche ella recuerda las muchas veces que vio a su amado padre con los libros entre las manos disfrutando cada letra.
Cuando Angan roturaba y picaba las piedras una por una, aunque éstas fueran enormes y consistentes se podía ver en su rostro alegría. Mientras llenaba el terreno fértil, a pesar de que para transportarla había que recorrer muchísimos de Kilómetros y trabajar duramente. Pese a su obstinación en el trabajo, para los demás, él era cada día más y más tonto.
Wu Yong, por su parte, pensaba que si ser tonto era no ser digno, deseaba ser mil veces más “Tonto”.
Frente a la casa de Angan se alzaban dos enormes montañas: una se llamaba Taihang y la otra Wangwu. Eran majestuosas, imponentes, medían unos 23,000 metros de altura, y ocupaban un área de 350 kilómetros cuadrados pero obstaculizaban el paso.
Un día, Angan convocó una reunión familiar, en la cual dijo:
-Estas enormes montañas a pesar de su majestuosa belleza nos obstruyen el paso. Desde hace mucho tiempo me he jurado que las removeré de aquí. Aunque soy como una llama que el viento puede apagar, tengo todavía vida y salud. Para que las generaciones venideras se beneficien, decididamente debemos removerlas y construir un camino que nos conduzca al Sur de Henan y a la orilla del río Hanshui
¿Están todos ustedes de acuerdo?
Mientras que el otro anciano decía:
-“Decididamente al final del camino mi amada Jem, no tendrás que marchar conmigo, soy como la llama que el viento apaga. Partiré al Oeste a donde tú ya no podrás seguirme ... Pero recuerda siempre que Uds., mis hijas, tendrán no sólo que cruzar y rodear altas montañas sino también removerlas y mirar siempre al Oeste, porque en los verdes, yo estaré”.
Angan termino de hablar y toda su familia asintió la cabeza, aunque su mujer dijo con cierta perplejidad y con el corazón compungido por la angustia:
- “Mi amado viejo, también estoy de acuerdo con lo que usted propone, pero me preocupa su edad, pueden faltarle las fuerzas y enfermar. Temo que ya no tenga suficiente tiempo para remover ni la pequeña colina Kuifu, entonces cómo podría con Taihang y Wangwu que son enormes. Y ¿adónde quiere transportar la tierra y la piedra? ¿Qué hará con ellas? Todo me parece tan imposible, tan difícil de lograr.
Mientras que Wu Yong la miraba a los ojos, a ella su esposa, que fue suya de niña y le decía adiós, recreándola en sus memorias con aquel vestido azul de cuello blanco y medias cortas. Mientras le decía:
-No llore mujer he tenido una vida feliz, siempre actué con justicia .Tuve una hermosa familia y disfrute cada instante que viví a tu lado.
-No llore, sea valiente
Los hijos y los nietos del mal llamado Tonto Angan se adelantaron, diciendo todos a una sola voz:
-“El abuelo será viejo, pero nosotros somos jóvenes y muy fuertes, podremos hacerlo si nos lo proponemos. En cuanto a la tierra y la piedra que saquemos, no habrá ningún problema. Las podremos transportar hasta la costa para arrojarlas al Mar Bohai. Si nuestro abuelo dice que podemos, así será y así lo haremos”
Y aquí, en otro tiempo en otro espacio, Ling Shiang, Chung Song y Sue, todavía niños, invocan al Guerrero perdido en una batalla desigual. Mientras Jem recuerda la fuerza de su padre, su tenacidad, su amor por la vida y el eco de su voz, que hoy suenan como el rumor del viento entre los árboles para decirle.
-Recuerda las montañas, cuando estés triste o te falten fuerzas
-Recuerda las montañas
-Mira hacia los verdes
De este modo se inició la gran obra. Angan, sus hijos y sus nietos excavaban la tierra, picaban las enormes y sólidas rocas, transportaban las piedras en carretas hacia la costa. Todos en su aldea quedaban impresionados, atónitos por esta gigantesca y ambiciosa tarea. Se cuenta que de otras aldeas cercanas y lejanas, llegaron personas para prestar su ayuda. Hombres de todas las edades, mujeres y niños participaron en la obra.
Wu Yong libraba su propia tarea, había ganado solo pequeñas batallas .Cada vez que tenía que librar una Jem le decía:
-Marcha Guerrero, aquí te espero.
-Regresa a mi.
Y él le decía
-Regresare a ti, mi amada Jem, todavía me quedan fuerzas
-Recuerda las montañas...
Y regreso una y mil veces hasta que...no pudo más...
Su cuerpo flagelado se escapaba hacia el Oeste, Jem ya no podía seguirlo ,no había montañas que socavar y solo podía decirle a su padre mientras este partía:
- Abre tus alas heridas y vuela más fuerte hacia los verdes.
- Ya no hay montañas
- No te detengas padre mío
- Ya no hay dolor para ti
- Terminaste aquí tu obra, solo dime mientras partes un ¡Te amo!
Verdaderamente, la obra de ambos fue majestuosa. Por ejemplo, para el acarreo de la tierra y las piedras había que recorrer una distancia tan larga, que los transportadores demoraban una estación completa durante la ida y el regreso. Pero a pesar de todo Angan sus hijos y sus nietos seguían trabajando todos los días de sol a sol sin desanimarse.
Por su parte, Wu Yong ganaba batallas cuando sus posibilidades eran nulas .Cuando todos pensaban que ya no podría. Mares rojos alimentaros su deteriorado cuerpo, mares rojos que le daban las fuerzas que necesitaba para seguir luchando y retornar a mí.
Pero llego el día que partiría hacia un camino sin retorno. A pesar de todo, sus hijas y sus nietos siguieron sus lecciones sin desanimarse.
Un buen día llegó a la aldea un viejo al que llamaban El Sabio, quien le dijo anciano Angan irónicamente:
-¡Qué gran tontería, viejo!
-¿Cuántos años cree que le pueden quedar de vida?
-¿Cuánta energía y fuerza cree que tiene?
-A mi parecer, no logrará ni siquiera rebajar la cumbre de una montaña corriente. ¡Ni qué hablar de estas dos grandes montañas! ¡Lo mejor es que suspenda ahora mismo la tarea, es una locura!
Mientras que Jem, la digna hija varón de su padre, se revela para trastocar el infinito tiempo y contestar junto con el anciano Angan:
-“¡Ay! Todos lo llaman El Sabio, pero por lo visto, no es más perspicaz que un niño”- le respondieron.
Y prosiguió el anciano.
- “Después de que yo muera, seguirán mis hijos; cuando ellos mueran, quedarán mis nietos y luego sus hijos y los hijos de sus hijos y así indefinidamente. Aunque son muy altas estas montañas no crecen y con cada pedazo que les saquemos se harán más pequeñas. ¿Por qué no vamos a poder removerlas?”
Y el Guerrero susurra en los oídos de su hija:- “No hay que temer querida niña a las enormes montañas, puede ser pequeña, pero en tu empeño, grande. Mira los verdes, porque allí está tu fuerza.
Al escuchar estas palabras, el mal llamado sabio enmudeció y se marchó cabizbajo y avergonzado. El anciano, sus hijos y sus nietos siguieron cavando día tras día, sin detenerse en su decisión.
Mientras Jem, escala hoy las montañas para conquistar sus cumbres, ya no parecen ser tan altas en su afán de mostrarle a su padre que aprendió la lección.
Y cuando las fuerzas parecen faltar, cuando la desesperación nubla su mente escucha el susurro de su Guerrero diciéndole:
-Jem, nada debe detenerte, recuerda la historia de las montañas, recuerda de dónde vienes, recuerda tus ancestros.
-Recuerda que nunca necesite de un hijo varón, porque te tuve a ti.
-Continúa que las montañas nunca te venzan .
Cuenta la leyenda que las palabras del anciano Angan también fueron oídas por el Dios que gobernaba las montañas. Y, temiendo quedarse sin una sede para el futuro, informó de lo sucedido al Soberano de los Cielos.
Este, conmovido, por la fortaleza del anciano Angan ordenó a los dos hercúleos, hijos de Kua E que se llevaran a cuestas las enormes montañas. Una fue colocada en un lugar conocido como Shuodong y la otra en Yongnan. A partir de aquel momento, en Jizhou no hubo más montaña que impidiera el paso.
Mientras que aquí, Jem, hoy puede descansar, sabiendo que la vida nos presenta difíciles caminos pero no imposibles de cruzar. Mas su Guerrero está allí entre los verdes que ve a través de su ventana...
“Envejecen los carros diversamente adornados de los reyes, envejece también el cuerpo del hombre; solo la virtud de los hombres justos no envejece”.
Dejo constancia que esta historia esta inspirada en un cuento de mitología China que mi padre algún día me leyó
A la memoria de mi amado abuelo Wong Lyón Angan y a mí padre Wong Wu Yong
FANNY JEM WONG
(Jemwong)
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