Desearía engullirme la luna y las estrellas, recorrer tantos senderos como algún día soñamos, caminar por la alameda entre árboles olvidados…
Hoy sin ti los veo sucios y a mí como una rana oscura que contiene osamenta, carne verde, sangre seca, células de sarnas, solitarias, inhóspitas circunferencias.
Desearía abrirme el corazón en la puerta de oro del cielo o bajar al río del infierno y quemar esta voz desesperada presa en este frio mundo ante esferas sin finales…
Recuerdos de amor eterno, ardientes puñales pulen las frescas carnes, pero también son padre mío, pétalos de rosas humanas cayendo suaves con el aire.
En tus ojos hay amor una lejana mirada en tu faz una leve y pálida sonrisa no logro explicar tu ausencia y en la mente retumban ríos de preguntas embriagadas. ¿Quién se atreve a robarme el alma? ¿Por qué ruiseñor no cantas?
Desconsuelo es tu muerte, desesperación, dolor que atraviesa, roe, destroza, desgarra y pide sangre. Vuelvo a caminar entre círculos inhóspitos, entre espesas brumas, entre sombras oscuras que son tumbas del alma helada.
Hablamos padre tantas veces de la muerte osada ¿Cómo podría no quedar petrificada? ¿Cómo podría no llorar? Si debía limpiar tu cuerpo amado… aún tibio… Estás muerto…. Muerto…pienso con frenesí ¿Cómo hacer para poder apartarme de ti?
Una tormenta de furia azota mis cansinos huesos, venzo el dolor, los miedos, voy… te sigo en la alameda.
Avanzo sollozando ante círculos sin fin, gotas ácidas de piedra me dicen que las órbitas se me quiebran yo las oigo…. yo las oigo…. yo las oigo….
Al aire entre brumas, mi voz entre tumbas, un ruiseñor canta triste muy despacio amor. Hela su adolorido canto mis oídos, y solo te oigo a ti señor en las noches de penumbras, con voz lastimera y terrible pesar.
Una oscura y raída mano levántese su afilada hacha cortando las verdes hojas, tu padre detuviste tu canto los ruidos cesan, cerraron las puertas.
Me dirijo ciega hacia los círculos, y las lágrimas escondo en el rincón más lejano de mi alma en nuestra casa, papá…papá para hundirme en el silencio ¡Sola! ya no puedo detener el tiempo…
Ese tiempo que no es arena, ese rayo de luz que pasa y orquesta nuestra marcha… pronto mis huesos secos te alcanzan.
Son los últimos caminos, voy tras tu blanco ataúd… con los pies en silencio, cansados, con los ojos áridos cual desiertos. entre brumas, un silbido canta un cisne herido…
En caravana, hadas doradas, alrededor mil pequeños duendecillos rodean el frío lecho, entre pétalos de flores ojos negros ¡Ya no lloras! ¡Ya no sufres! solo a Dios espera….
Dos enormes bolas de acero son tus ojos que no brillan… Ante las brasas ardientes en mil fuegos, mi último beso padre mío para después dejarte bajo la loza fría…
A LA MEMORIA DE WONG WU YONG MI PADRE
JEM WONG 26.04.2005 REEDITADO
Agosto 2011Guardar
FANNY JEM WONG
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