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FANNY JEM WONG |
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Los versos del Capitán Pablo Neruda |
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Los versos del Capitán
[Poemas: Texto completo] Pablo Neruda |
Explicación
Mucho se discutió el anonimato de este libro. Lo que yo discutía en mi interior mientras tanto, era si debía o no sacarlo de su origen íntimo: revelar su progenitura era desnudar la intimidad de su nacimiento. Y no me parecía que tal acción fuera leal a los arrebatos de amor y furia, al clima desconsolado y ardiente del destierro que le dio nacimiento.
Por otra parte pienso que todos los libros debieran ser anónimos. Pero entre quitar a todos los míos mi nombre o entregarlo al más misterioso, cedí, por fin, aunque sin muchas ganas.
¿Que por qué guardó su misterio por tanto tiempo? Por nada y por todo, por lo de aquí y lo de más allá, por alegrías impropias, por sufrimientos ajenos. Cuando Paolo Ricci, compañero luminoso, lo imprimió por primera vez en Nápoles en 1952 pensamos que aquellos escasos ejemplares que él cuidó y preparó con excelencia, desaparecerían sin dejar huellas en las arenas del sur.
No ha sido así. Y la vida que reclamó su estallido secreto hoy me lo impone como presencia del inconmovible amor.
Entrego, pues, este libro sin explicarlo más, como si fuera mío y no lo fuera: basta con que pudiera andar solo por el mundo y crecer por su cuenta. Ahora que lo reconozco espero que su sangre furiosa me reconocerá también.
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Pablo Neruda
Isla Negra, noviembre de 1963
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Introducción
Habana, 3 de octubre de 1951
Estimado señor:
Me permito enviarle estos papeles que creo le interesarán y que no he podido dar a la publicidad hasta ahora.
Tengo todos los originales de estos versos. Están escritos en los sitios más diversos, como trenes, aviones, cafés y en pequeños papelitos extraños en los que no hay casi correcciones.
En una de sus últimas cartas venía la "Carta en el camino".
Muchos de estos papeles por arrugados y cortados son casi ilegibles, pero creo que he logrado descifrarlos.
Mi persona no tiene importancia, pero soy la protagonista de este libro y eso me hace estar orgullosa y satisfecha de mi vida.
Este amor, este gran amor, nació un agosto de un año cualquiera, en mis giras que hacía como artista, por los pueblos de la frontera franco española.
Él venía de la guerra de España. No venía vencido. Era del partido de Pasionaria, estaba lleno de ilusiones y de esperanzas para su pequeño y lejano país, en Centro América. Siento no poder dar su nombre. Nunca he sabido cuál era el verdadero, si Martínez, Ramírez o Sánchez. Yo lo llamo simplemente mi Capitán y éste es el nombre que quiero conservar en este libro.
Sus versos son como él mismo: tiernos, amorosos, apasionados, y terribles en su cólera. Era fuerte y su fuerza la sentían todos los que a él se acercaban. Era un hombre privilegiado de los que nacen para grandes destinos. Yo sentía su fuerza y mi placer más grande era sentirme pequeña a su lado.
Entró a mi vida, como él lo dice en un verso, echando la puerta abajo. No golpeó la puerta con timidez de enamorado. Desde el primer instante, él se sintió dueño de mi cuerpo y de mi alma. Me hizo sentir que todo cambiaba en mi vida, esa pequeña vida mía de artista, de comodidad, de blandura, se transformó como todo lo que él tocaba.
No sabía de sentimientos pequeños, ni tampoco los aceptaba. Me dio su amor, con toda la pasión que él era capaz de sentir y yo lo amé como nunca me creí capaz de amar. Todo se transformó en mi vida. Entré a un mundo que antes nunca soñé que existía. Primero tuve miedo, hubo momentos de duda, pero el amor no me dejó vacilar mucho tiempo.
Este amor me traía todo.
La ternura dulce y sencilla cuando buscaba una flor, un juguete, una piedra de río y me la entregaba con sus ojos húmedos de una ternura infinita. Sus grandes manos eran, en este momento, de una blandura dulce y en sus ojos se asomaba entonces un alma de niño.
Pero había en mí un pasado que él no conocía y había celos y furias incontenibles. Éstas eran como tempestades furiosas que azotaban su alma y la mía, pero nunca tuvieron fuerza para destrozar la cadena que nos unía, que era nuestro amor, y de cada tempestad salíamos más unidos, más fuertes, más seguros de nosotros mismos.
En todos estos momentos, él escribía estos versos, que me hacían subir al cielo o bajar al mismo infierno, con la crudeza de sus palabras que me quemaban como brasas.
Él no podía amar de otra manera.
Estos versos son la historia de nuestro amor, grande en todas sus manifestaciones. Tenía la misma pasión que él ponía en sus combates, en sus luchas contra las injusticias. Le dolía el sufrimiento y la miseria, no sólo de su pueblo, sino de todos los pueblos, todas las luchas por combatirlas eran suyas y se entregaba entero, con toda su pasión.
Yo soy muy poco literaria y no puedo hablar del valor de estos versos, fuera del valor humano que indiscutiblemente tienen. Tal vez el Capitán nunca pensó que estos versos se publicarían, pero ahora creo que es mi deber darlos al mundo.
Saluda atentamente a usted.
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Los versos del Capitán
El amor
- EN TI LA TIERRA
-
- Pequeña
- rosa,
- rosa pequeña,
- a veces,
- diminuta y desnuda,
- parece
- que en una mano mía
- cabes,
- que así voy a cerrarte
- y llevarte a mi boca,
- pero
- de pronto
- mis pies tocan tus pies y mi boca tus labios, has crecido,
- suben tus hombros como dos colinas,
- tus pechos se pasean por mi pecho,
- mi brazo alcanza apenas a rodear la delgada
- línea de luna nueva que tiene tu cintura:
- en el amor como agua de mar te has desatado:
- mido apenas los ojos más extensos del cielo
- y me inclino a tu boca para besar la tierra.
- LA REINA
-
- Yo te he nombrado reina.
- Hay más altas que tú, más altas.
- Hay más puras que tú, más puras.
- Hay más bellas que tú, hay más bellas.
- Pero tú eres la reina.
- Cuando vas por las calles
- nadie te reconoce.
- Nadie ve tu corona de cristal, nadie mira
- la alfombra de oro rojo
- que pisas donde pasas,
- la alfombra que no existe.
-
- Y cuando asomas
- suenan todos los ríos
- en mi cuerpo, sacuden
- el cielo las campanas,
- y un himno llena el mundo.
-
- Sólo tú y Yo,
- sólo tú y yo, amor mío,
- lo escuchamos.
- EL ALFARERO
-
- Todo tu cuerpo tiene
- copa o dulzura destinada a mí.
-
- Cuando subo la mano
- encuentro en cada sitio una paloma
- que me buscaba, como si te hubieran, amor, hecho de arcilla
- para mis propias manos de alfarero.
-
- Tus rodillas, tus senos,
- tu cintura faltan en mí como en el hueco
- de una tierra sedienta
- de la que desprendieron
- una forma,
- y juntos
- somos completos como un solo río,
- como una sola arena.
- 8 DE SEPTIEMBRE
-
- Hoy, este día fue una copa plena,
- hoy, este día fue la inmensa ola,
- hoy, fue toda la tierra.
-
- Hoy el mar tempestuoso
- nos levantó en un beso tan alto que temblamos
- a la luz de un relámpago
- y, atados, descendimos
- a sumergirnos sin desenlazarnos.
-
- Hoy nuestros cuerpos se hicieron extensos,
- crecieron hasta el límite del mundo
- y rodaron fundiéndose
- en una sola gota
- de cera o meteoro.
-
- Entre tú y yo se abrió una nueva puerta
- y alguien, sin rostro aún,
- allí nos esperaba.
-
-
- TUS PIES
-
- Cuando no puedo mirar tu cara
- miro tus pies.
-
- Tus pies de hueso arqueado,
- tus pequeños pies duros.
-
- Yo sé que te sostienen,
- y que tu dulce peso
- sobre ellos se levanta.
-
- Tu cintura y tus pechos,
- la duplicada púrpura de tus pezones,
- la caja de tus ojos que recién han volado,
- tu ancha boca de fruta,
- tu cabellera roja,
- pequeña torre mía.
-
- Pero no amo tus pies
- sino porque anduvieron
- sobre la tierra y sobre
- el viento y sobre el agua,
- hasta que me encontraron.
- TUS MANOS
-
- Cuando tus manos salen,
- y amor, hacia las mías,
- qué me traen volando?
- Por qué se detuvieron en mi boca,
- de pronto,
- por qué las reconozco
- como si entonces antes,
- las hubiera tocado,
- como si antes de ser
- hubieran recorrido
- mi frente, mi cintura?
-
- Su suavidad venía
- volando sobre el tiempo,
- sobre el mar, sobre el humo,
- sobre la primavera,
- y cuando tú pusiste
- tus manos en mi pecho,
- reconocí esas alas
- de paloma dorada,
- reconocí esa greda
- y ese color de trigo.
-
- Los años de mi vida
- yo caminé buscándolas.
- Subí las escaleras,
- crucé los arrecifes,
- me llevaron los trenes,
- las aguas me trajeron,
- y en la piel de las uvas
- me pareció tocarte.
- La madera de pronto
- me trajo tu contacto,
- la almendra me anunciaba
- tu suavidad secreta,
- hasta que se cerraron
- tus manos en mi pecho
- y allí como dos alas
- terminaron su viaje.
-
-
- TU RISA
-
- Quítame el pan si quieres,
- quítame el aire, pero
- no me quites tu risa.
-
- No me quites la rosa,
- la lanza que desgranas,
- el agua que de pronto
- estalla en tu alegría,
- la repentina ola
- de planta que te nace.
-
- Mi lucha es dura y vuelvo
- con los ojos cansados
- a veces de haber visto
- la tierra que no cambia,
- pero al entrar tu risa
- sube al cielo buscándome
- y abre para mí
- todas las puertas de la vida.
-
- Amor mío, en la hora
- más oscura desgrana
- tu risa, y si de pronto
- ves que mi sangre mancha
- las piedras de la calle,
- ríe, porque tu risa
- será para mis manos
- como una espada fresca.
-
- Junto al mar en otoño,
- tu risa debe alzar
- su cascada de espuma,
- y en primavera, amor,
- quiero tu risa como
- la flor que yo esperaba,
- la flor azul, la rosa
- de mi patria sonora.
-
- Ríete de la noche,
- del día, de la luna,
- ríete de las calles
- torcidas de la isla,
- ríete de este torpe
- muchacho que te quiere,
- pero cuando yo abro
- los ojos y los cierro,
- cuando mis pasos van,
- cuando vuelven mis pasos,
- niégame el pan, el aire,
- la luz, la primavera,
- pero tu risa nunca
- porque me moriría.
- EL INCONSTANTE
-
- Los ojos se me fueron
- detrás de una morena que pasó.
-
- Era de nácar negro,
- era de uvas moradas,
- y me azotó la sangre
- con su cola de fuego.
-
- Detrás de todas
- me voy.
-
- Pasó una clara rubia
- como una planta de oro
- balanceando sus dones.
- Y mi boca se fue
- como una ola
- descargando en su pecho
- relámpagos de sangre.
-
- Detrás de todas
- me voy.
-
- Pero a ti, sin moverme,
- sin verte, tú distante,
- van mi sangre y mis besos,
- morena y clara mía,
- alta y pequeña mía,
- ancha y delgada mía,
- mi fea, mi hermosura,
- hecha de todo el oro
- y de toda la plata,
- hecha de todo el trigo
- y de toda la tierra,
- hecha de toda el agua
- de las olas marinas,
- hecha para mis brazos,
- hecha para mis besos,
- hecha para mi alma.
- LA NOCHE EN LA ISLA
-
- Toda la noche he dormido contigo
- junto al mar, en la isla.
- Salvaje y dulce eras entre el placer y el sueño,
- entre el fuego y el agua.
-
- Tal vez muy tarde
- nuestros sueños se unieron
- en lo alto o en el fondo,
- arriba como ramas que un mismo viento mueve,
- abajo como rojas raíces que se tocan.
-
- Tal vez tu sueño
- se separó del mío
- y por el mar oscuro
- me buscaba como antes,
- cuando aún no existías,
- cuando sin divisarse navegué por tu lado,
- y tus ojos buscaban lo que ahora
- -pan, vino, amor y cólera-
- te doy a manos llenas
- porque tú eres la copa
- que esperaba los dones de mi vida.
-
- He dormido contigo
- toda la noche mientras
- la oscura tierra gira
- con vivos y con muertos,
- y al despertar de pronto
- en medio de la sombra
- mi brazo rodeaba tu cintura.
- Ni la noche, ni el sueño
- pudieron separarnos.
-
- He dormido contigo
- y al despertar tu boca
- salida de tu sueño
- me dio el sabor de tierra,
- de agua marina, de algas,
- del fondo de tu vida,
- y recibí tu beso
- mojado por la aurora
- como si me llegara
- del mar que nos rodea.
- EL VIENTO EN LA ISLA
-
- El viento es un caballo:
- óyelo cómo corre
- por el mar, por el cielo.
-
- Quiere llevarme: escucha
- cómo recorre el mundo
- para llevarme lejos.
-
- Escóndeme en tus brazos
- por esta noche sola,
- mientras la lluvia rompe
- contra el mar y la tierra
- su boca innumerable.
-
- Escucha cómo el viento
- me llama galopando
- para llevarme lejos.
-
- Con tu frente en mi frente,
- con tu boca en mi boca,
- atados nuestros cuerpos
- al amor que nos quema,
- deja que el viento pase
- sin que pueda llevarme.
-
- Deja que el viento corra
- coronado de espuma,
- que me llame y me busque
- galopando en la sombra,
- mientras yo, sumergido
- bajo tus grandes ojos,
- por esta noche sola
- descansaré, amormío.
- LA INFINITA
-
- Ves estas manos? Han medido
- la tierra, han separado
- los minerales y los cereales,
- han hecho la paz y la guerra,
- han derribado las distancias
- de todos los mares y ríos,
- y sin embargo
- cuando te recorren
- a ti, pequeña, grano de trigo, alondra,
- no alcanzan a abarcarle,
- se cansan alcanzando
- las palomas gemelas
- que reposan o vuelan en tu pecho,
- recorren las distancias de tus piernas,
- se enrollan en la luz de tu cintura.
- Para mí eres tesoro más cargado
- de inmensidad que el mar y sus racimos
- y eres blanca y azul y extensa como
- la tierra en la vendimia.
- En ese territorio,
- de tus pies a tu frente,
- andando, andando, andando,
- me pasaré la vida.
- BELLA
-
- Bella,
- como en la piedra fresca
- del manantial, el agua
- abre un ancho relámpago de espuma,
- así es la sonrisa en tu rostro,
- bella.
-
- Bella,
- de finas manos y delgados pies
- como un caballito de plata,
- andando, flor del mundo,
- así te veo,
- bella.
-
- Bella,
- con un nido de cobre enmarañado
- en tu cabeza, un nido
- color de miel sombría
- donde mi corazón arde y reposa,
- bella.
-
- Bella,
- no te caben los ojos en la cara,
- no te caben los ojos en la tierra.
- Hay países, hay ríos,
- en tus ojos,
- mi patria está en tus ojos,
- yo camino por ellos,
- ellos dan luz al mundo
- por donde yo camino,
- bella.
-
- Bella,
- tus senos son como dos panes hechos
- de tierra cereal y luna de oro,
- bella.
-
- Bella,
- tu cintura
- la hizo mi brazo como un río cuando
- pasó mil años por tu dulce cuerpo,
- bella.
-
- Bella,
- no hay nada como tus caderas,
- tal vez la tierra tiene
- en algún sitio oculto
- la curva y el aroma de tu cuerpo,
- tal vez en algún sitio,
- bella.
-
- Bella, mi bella,
- tu voz, tu piel, tus uñas,
- bella, mi bella,
- tu ser, tu luz, tu sombra,
- bella,
- todo eso es mío, bella,
- todo eso es mío, mía,
- cuando andas o reposas,
- cuando cantas o duermes,
- cuando sufres o sueñas,
- siempre,
- cuando estás cerca o lejos,
- siempre,
- eres mía, mi bella,
- siempre.
- LA RAMA ROBADA
-
- En la noche entraremos
- a robar
- una rama florida.
-
- Pasaremos el muro,
- en las tinieblas del jardín ajeno,
- dos sombras en la sombra.
-
- Aún no se fue el invierno,
- y el manzano aparece
- convertido de pronto
- en cascada de estrellas olorosas.
- En la noche entraremos
- hasta su tembloroso firmamento,
- y tus pequeñas manos y las mías
- robarán las estrellas.
-
- Y sigilosamente,
- a nuestra casa,
- en la noche y en la sombra,
- entrará con tus pasos
- el silencioso paso del perfume
- y con pies estrellados
- el cuerpo claro de la primavera.
- EL HIJO
-
- Ay hijo, sabes, sabes
- de dónde vienes?
-
- De un lago con gaviotas
- blancas y hambrientas.
-
- Junto al agua de invierno
- ella y yo levantamos
- una fogata roja
- gastándonos los labios
- de besarnos el alma,
- echando al fuego todo,
- quemándonos la vida.
-
- Así llegaste al mundo.
-
- Pero ella para verme
- y para verte un día
- atravesó los mares
- y yo para abrazar
- su pequeña cintura
- toda la tierra anduve,
- con guerras y montañas,
- con arenas y espinas.
- Así llegaste al mundo.
-
- De tantos sitios vienes,
- del agua y de la tierra,
- del fuego y de la nieve,
- de tan lejos caminas
- hacia nosotros dos,
- desde el amor terrible
- que nos ha encadenado,
- que queremos saber
- cómo eres, qué nos dices,
- porque tú sabes más
- del mundo que te dimos.
-
- Como una gran tormenta
- sacudimos nosotros
- el árbol de la vida
- hasta las más ocultas
- fibras de las raíces
- y apareces ahora
- cantando en el follaje,
- en la más alta rama
- que contigo alcanzamos.
- LA TIERRA
-
- La tierra verde se ha entregado
- a todo lo amarillo, oro, cosechas,
- terrones, hojas, grano,
- pero cuando el otoño se levanta
- con su estandarte extenso
- eres tú la que veo,
- es para mí tu cabellera
- la que reparte las espigas.
-
- Veo los monumentos
- de antigua piedra rota,
- pero si toco
- la cicatriz de piedra
- tu cuerpo me responde,
- mis dedos reconocen
- de pronto, estremecidos,
- tu caliente dulzura.
-
- Entre los héroes paso
- recién condecorados
- por la tierra y la pólvora
- y detrás de ellos, muda,
- con tus pequeños pasos,
- eres o no eres?
-
- Ayer cuando sacaron
- de raíz, para verlo,
- el viejo árbol enano
- te vi salir mirándome
- desde las torturadas
- y sedientas raíces.
-
- Y cuando viene el sueño
- a extenderme y llevarme
- a mi propio silencio
- hay un gran viento blanco
- que derriba mi sueño
- y caen de él las hojas,
- caen como cuchillos
- sobre mí desangrándome.
-
- Y cada herida tiene
- la forma de tu boca.
- AUSENCIA
-
- Apenas te he dejado,
- vas en mí, cristalina
- o temblorosa,
- o inquieta, herida por mí mismo
- o colmada de amor, como cuando tus ojos
- se cierran sobre el don de la vida
- que sin cesar te entrego.
-
- Amor mío,
- nos hemos encontrado
- sedientos y nos hemos
- bebido toda el agua y la sangre,
- nos encontramos
- con hambre
- y nos mordimos
- como el fuego muerde,
- dejándonos heridas.
-
- Pero espérame,
- guárdame tu dulzura.
- Yo te daré también
- una rosa.
-
-
- El deseo
-
- EL TIGRE
-
- Soy el tigre.
- Te acecho entre las hojas
- anchas como lingotes
- de mineral mojado.
-
- El río blanco crece
- bajo la niebla. Llegas.
-
- Desnuda te sumerges.
- Espero.
-
- Entonces en un salto
- de fuego, sangre, dientes,
- de un zarpazo derribo
- tu pecho, tus caderas.
-
- Bebo tu sangre, rompo
- tus miembros uno a uno.
-
- Y me quedo velando
- por años en la selva
- tus huesos, tu ceniza,
- inmóvil,
- lejos del odio y de la cólera,
- desarmado en tu muerte,
- cruzado por las lianas,
- inmóvil en la lluvia,
- centinela implacable
- de mi amor asesino.
- EL CÓNDOR
-
- Yo soy el cóndor, vuelo
- sobre ti que caminas
- y de pronto en un ruedo
- de viento, pluma, garras,
- te asalto y te levanto
- en un ciclón silbante
- de huracanado frío.
-
- Y a mi torre de nieve,
- a mi guarida negra
- te llevo y sola vives,
- y te llenas de plumas
- y vuelas sobre el mundo,
- inmóvil, en la altura.
-
- Hembra cóndor, saltemos
- sobre esta presa roja,
- desgarremos la vida
- que pasa palpitando
- y levantemos juntos
- nuestro vuelo salvaje.
- EL INSECTO
-
- De tus caderas a tus pies
- quiero hacer un largo viaje.
-
- Soy más pequeño que un insecto.
-
- Voy por estas colinas,
- son de color de avena,
- tienen delgadas huellas
- que sólo yo conozco,
- centímetros quemados,
- pálidas perspectivas.
- Aquí hay una montaña.
- No saldré nunca de ella.
- Oh qué musgo gigante!
- Y un cráter, una rosa
- de fuego humedecido!
-
- Por tus piernas desciendo
- hilando una espiral
- o durmiendo en el viaje
- y llego a tus rodillas
- de redonda dureza
- como a las cimas duras
- de un claro continente.
-
- Hacia tus pies resbalo,
- a las ocho aberturas,
- de tus dedos agudos,
- lentos, peninsulares,
- y de ellos al vacío
- de la sábana blanca
- caigo, buscando ciego
- y hambriento tu contorno
- de vasija quemante!
-
-
- EL AMOR
-
- Qué tienes, qué tenemos,
- qué nos pasa?
- Ay nuestro amor es una cuerda dura
- que nos amarra hiriéndonos
- y si queremos
- salir de nuestra herida,
- separarnos,
- nos hace un nuevo nudo y nos condena
- a desangrarnos y quemarnos juntos.
-
- Qué tienes? Yo te miro
- y no hallo nada en ti sino dos ojos
- como todos los ojos, una boca
- perdida entre mil bocas que besé, más hermosas,
- un cuerpo igual a los que resbalaron
- bajo mi cuerpo sin dejar memoria.
-
- Y qué vacía por el mundo ibas
- como una jarra de color de trigo
- sin aire, sin sonido, sin substancia!
- Yo busqué en vano en ti
- profundidad para mis brazos
- que excavan, sin cesar, bajo la tierra:
- bajo tu piel, bajo tus ojos nada,
- bajo tu doble pecho levantado
- apenas
- una corriente de orden cristalino
- que no sabe por qué corre cantando.
- Por qué, por qué, por qué, amor mío, por qué?
- SIEMPRE
-
- Antes de mí
- no tengo celos.
-
- Ven con un hombre
- a la espalda,
- ven con cien hombres en tu cabellera,
- ven con mil hombres entre tu pecho y tus pies,
- ven como un río
- lleno de ahogados
- que encuentra el mar furioso,
- la espuma eterna, el tiempo!
-
- Tráelos todos
- adonde yo te espero:
- siempre estaremos solos,
- siempre estaremos tú y yo
- solos sobre la tierra
- para comenzar la vida!
- EL DESVÍO
-
- Si tu pie se desvía de nuevo,
- será cortado.
-
- Si tu mano te lleva
- a otro camino
- se caerá podrida.
-
- Si me apartas tu vida
- morirás
- aunque vivas.
-
- Seguirás muerta o sombra,
- andando sin mí por la tierra.
- LA PREGUNTA
-
- Amor, una pregunta
- te ha destrozado.
-
- Yo he regresado a ti
- desde la incertidumbre con espinas.
-
- Te quiero recta como
- la espada o el camino.
-
- Pero te empeñas
- en guardar un recodo
- de sombra que no quiero.
-
- Amor mío,
- compréndeme,
- te quiero toda,
- de ojos a pies, a uñas,
- por dentro,
- toda la claridad, la que guardabas.
-
- Soy yo, amor mío,
- quien golpea tu puerta.
- No es el es el fantasma, no es
- el que antes se detuvo
- en tu ventana.
- yo echo la puerta abajo:
- Yo entro en toda tu vida:
- vengo a vivir en tu alma:
- tú no puedes conmigo.
-
- Tienes que abrir puerta a puerta,
- tienes que obedecerme,
- tienes que abrir los ojos
- para que busque en ellos,
- tienes que ver cómo ando
- con pasos pesados
- por todos los caminos
- que, ciegos, me esperaban.
-
- No me temas,
- soy tuyo,
- pero
- no soy el pasajero ni el mendigo,
- soy tu dueño,
- el que tú esperabas,
- y ahora entro
- en tu vida,
- para no salir más,
- amor, amor, amor,
- para quedarme.
- LA PRÓDIGA
-
- Yo te escogí entre todas las mujeres
- para que repitieras
- sobre la tierra
- mi corazón que baila con espigas
- o lucha sin cuartel cuando hace falta.
-
- Yo te pregunto, dónde está mi hijo?
-
- No me esperaba en ti, reconociéndome,
- Y diciéndome: "Llámame para salir sobre la tierra
- Y continuar tus luchas y tus cantos?"
-
- Devuélveme a mi hijo!
-
- Lo has olvidado en las puertas
- del placer, oh pródiga enemiga,
- has olvidado que viniste a esta cita,
- la más profunda, aquella
- en que los dos, unidos, seguiremos hablando
- por su boca, amor mío,
- ay, todo aquello que no alcanzamos a decirnos?
-
- Cuando yo te levanto en una ola
- de fuego y sangre, y se duplica
- la vida entre nosotros, acuérdate,
- que alguien nos llama
- como nadie jamás nos ha llamado
- y que no respondemos
- y nos quedamos solos y cobardes
- ante la vida que negamos.
-
- Pródiga,
- abre las puertas,
- y que en tu corazón
- el nudo ciego
- se desenlace y vuele
- con tu sangre y la mía
- por el mundo!
- EL DAÑO
-
- Te he hecho daño, alma mía,
- he desgarrado tu alma.
-
- Entiéndeme.
- Todos saben quién soy,
- pero ese Soy
- es además un hombre
- para ti.
-
- En ti vacilo, caigo
- y me levanto ardiendo.
- Tú entre todos los seres
- tienes derecho
- a verme débil.
- Y tu pequeña mano
- de pan y de guitarra
- debe tocar mi pecho
- cuando sale al combate.
-
- Por eso busco en ti la firme piedra.
- Ásperas manos en tu sangre clavo
- buscando tu firmeza
- y la profundidad que necesito,
- y si no encuentro
- sino tu risa de metal, si no hallo
- nada en qué sostener mis duros pasos,
- adorada, recibe mi tristeza y mi cólera,
- mis manos enemigas
- destruyéndote un poco
- para que te levantes de la arcilla,
- hecha de nuevo para mis combates.
- EL POZO
-
- A veces te hundes, caes
- en tu agujero de silencio,
- en tu abismo de cólera orgullosa,
- y apenas puedes
- volver, aún con jirones
- de lo que hallaste
- en la profundidad de tu existencia.
-
- Amor mío, qué encuentras en tu pozo cerrado?
- Algas, ciénagas, rocas?
- Qué ves con ojos ciegos,
- rencorosa y herida?
-
- Mi vida, no hallarás
- en el pozo en que caes
- lo que yo guardo para ti en la altura:
- un ramo de jazmines con rocío
- un beso más profundo que tu abismo.
-
- No me temas, no caigas
- en tu rencor de nuevo.
- Sacude la palabra mía que vino a herirte
- y déjala que vuele por la ventana abierta.
- Ella volverá a herirme
- sin que tú la dirijas
- puesto que fue cargada con un instante duro
- y ese instante será desarmado en mi pecho.
-
- Sonríeme radiosa
- si mi boca te hiere.
- No soy un pastor dulce
- como en los cuentos de hadas,
- sino un buen leñador que comparte contigo
- tierra, viento y espinas de los montes.
-
- Ámame, tú, sonríeme,
- ayúdame a ser bueno.
- No te hieras en mí, que será inútil,
- no me hieras a mí porque te hieres.
- EL SUEÑO
-
- Andando en las arenas
- yo decidí dejarte.
-
- Pisaba un barro oscuro
- que temblaba,
- y hundiéndome y saliendo
- decidí que salieras
- de mí, que me pesabas
- como piedra cortante,
- y elaboré tu pérdida
- paso a paso:
- cortarte las raíces,
- soltarte sola al viento.
-
- Ay, en ese minuto,
- corazón mío, un sueño
- con sus alas terribles te cubría.
-
- Te sentías tragada por el barro,
- y me llamabas y yo no acudía,
- te ibas, inmóvil,
- sin defenderte
- hasta ahogarte en la boca de arena.
-
- Después
- mi decisión se encontró con tu sueño,
- y desde la ruptura
- que nos quebraba el alma,
- surgimos limpios otra vez, desnudos,
- amándonos
- sin sueño, sin arena,
- completos y radiantes,
- sellados por el fuego.
- SI TÚ ME OLVIDAS
-
- Quiero que sepas
- una cosa.
-
- Tú sabes cómo es esto:
- si miro
- la luna de cristal, la rama roja
- del lento otoño en mi ventana,
- si toco
- junto al fuego
- la impalpable ceniza
- o el arrugado cuerpo de la leña,
- todo me lleva a ti,
- como si todo lo que existe,
- aromas, luz, metales,
- fueran pequeños barcos que navegan
- hacia las islas tuyas que me aguardan.
-
- Ahora bien,
- si poco a poco dejas de quererme
- dejaré de quererte poco a poco.
-
- Si de pronto
- me olvidas
- no me busques
- que ya te habré olvidado.
-
- Si consideras largo y loco
- el viento de banderas
- que pasa por mi vida y te decides
- a dejarme a la orilla
- del corazón en que tengo raíces,
- piensa
- que en ese día,
- a esa hora
- levantaré los brazos
- y saldrán mis raíces
- a buscar otra tierra.
-
- Pero
- si cada día,
- cada hora
- sientes que a mí estás destinada
- con dulzura implacable.
- Si cada día sube
- una flor a tus labios a buscarme,
- ay amor mío, ay mía,
- en mí todo ese fuego se repite,
- en mí nada se apaga ni se olvida,
- mi amor se nutre de tu amor, amada,
- y mientras vivas estará en tus brazos
- sin salir de los míos.
- EL OLVIDO
-
- Todo el amor en una copa
- ancha como la tierra, todo
- el amor con estrellas y espinas
- te di, pero anduviste
- con pies pequeños, con tacones sucios
- sobre el fuego, apagándolo.
-
- Ay gran amor, pequeña amada!
-
- No me detuve en la lucha.
- No dejé de marchar hacia la vida,
- hacia la paz, hacia el pan para todos,
- pero te alcé en mis brazos
- y te clavé a mis besos y te miré como jamás
- volverán a mirarte ojos humanos.
-
- Ay gran amor, pequeña amada!
-
- Entonces no mediste mi estatura,
- y al hombre que para ti apartó
- la sangre, el trigo, el agua
- confundiste
- con el pequeño insecto que te cayó en la falda.
-
- Ay gran amor, pequeña amada!
-
- No esperes que te mire en la distancia
- hacia atrás, permanece
- con lo que te dejé, pasea
- con mi fotografía traicionada,
- yo seguiré marchando,
- abriendo anchos caminos contra la sombra, haciendo
- suave la tierra, repartiendo
- la estrella para los que vienen.
-
- Quédate en el camino.
- Ha llegado la noche para ti.
- Tal vez de madrugada nos veremos de nuevo.
-
- Ay gran amor, pequeña amada!
- LAS MUCHACHAS
-
- Muchachas que buscabais
- el gran amor, el gran amor terrible,
- qué ha pasado, muchachas?
-
- Tal vez
- el tiempo, el tiempo!
-
- Porque ahora,
- aquí está, ved cómo pasa
- arrastrando las piedras celestes,
- destrozando las flores y las hojas,
- con un ruido de espumas azotadas
- contra todas las piedras de tu mundo,
- con un olor de esperma y de jazmines,
- junto a la luna sangrienta!
-
- Y ahora
- tocas el agua con tus pies pequeños,
- con tu pequeño corazón
- y no sabes qué hacer!
-
- Son mejores
- ciertos viajes nocturnos,
- ciertos departamentos,
- ciertos divertidísimos paseos,
- ciertos bailes sin mayor consecuencia
- que continuar el viaje!
-
- Muérete de miedo o de frío,
- o de duda,
- que yo con mis grandes pasos
- la encontraré,
- dentro de ti
- o lejos de ti,
- y ella me encontrará,
- la que no temblará frente al amor,
- la que estará fundida conmigo
- en la vida o la muerte!
- TÚ VENÍAS
-
- No me has hecho sufrir
- sino esperar.
-
- Aquellas horas
- enmarañadas, llenas
- de serpientes,
- cuando
- se me caía el alma y me ahogaba,
- tú venías andando,
- tú venías desnuda y arañada,
- tú llegabas sangrienta hasta mi lecho,
- novia mía,
- y entonces
- toda la noche caminamos
- durmiendo
- y cuando despertamos
- eras intacta y nueva,
- como si el grave viento de los sueños
- de nuevo hubiera dado
- fuego a tu cabellera
- y en trigo y plata hubiera sumergido
- tu cuerpo hasta dejarlo deslumbrante.
-
- Yo no sufrí amor mío,
- yo sólo te esperaba.
- Tenías que cambiar de corazón
- y de mirada
- después de haber tocado la profunda
- zona de mar que te entregó mi pecho.
- Tenías que salir del agua
- pura como una gota levantada
- por una ola nocturna.
-
- Novia mía, tuviste
- que morir y nacer, yo te esperaba
- Yo no sufrí buscándote,
- sabía que vendrías,
- una nueva mujer con lo que adoro
- de la que no adoraba,
- con tus ojos, tus manos y tu boca
- pero con otro corazón
- que amaneció a mi lado
- como si siempre hubiera estado allí
- para seguir conmigo para siempre.
-
-
-
- EL MONTE Y EL RÍO
-
- En mi patria hay un monte.
- En mi patria hay un río.
-
- Ven conmigo.
-
- La noche al monte sube.
- El hambre baja al río.
-
- Ven conmigo.
-
- Quiénes son los que sufren?
- No sé, pero son míos.
-
- Ven conmigo.
-
- No sé, pero me llaman
- y me dicen: "Sufrimos".
-
- Ven conmigo.
-
- Y me dicen: "Tu pueblo,
- tu pueblo desdichado,
- entre el monte y el río,
-
- con hambre y con dolores,
- no quiere luchar solo,
- te está esperando, amigo".
-
- Oh tú, la que yo amo,
- pequeña, grano rojo
- de trigo,
- será dura la lucha,
- la vida será dura,
- pero vendrás conmigo.
- LA POBREZA
-
- Ay no quieres,
- te asusta
- la pobreza,
-
- no quieres
- ir con zapatos rotos al mercado
- y volver con el viejo vestido.
-
- Amor, no amamos,
- como quieren los ricos,
- la miseria. Nosotros
- la extirparemos como diente maligno
- que hasta ahora ha mordido el corazón del hombre.
-
- Pero no quiero
- que la temas.
- Si llega por mi culpa a tu morada,
- si la pobreza expulsa
- tus zapatos dorados,
- que no expulse tu risa que es el pan de mi vida.
- Si no puedes pagar el alquiler
- sal al trabajo con paso orgulloso,
- y piensa, amor, que yo te estoy mirando
- y somos juntos la mayor riqueza
- que jamás se reunió sobre la tierra.
- LAS VIDAS
-
- Ay qué incómoda a veces
- te siento
- conmigo, vencedor entre los hombres!
- Porque no sabes
- que conmigo vencieron
- miles de rostros que no puedes ver,
- miles de pies y pechos que marcharon conmigo,
- que no soy,
- que no existo,
- ¿ue sólo soy la frente de los que van conmigo,
- que soy más fuerte
- porque llevo en mí
- no mí pequeña vida
- sino todas las vidas,
- y ando seguro hacia adelante
- porque tengo mil ojos,
- golpeo con peso de piedra
- porque tengo mil manos
- y mi voz se oye en las orillas
- de todas las tierras
- porque es la voz de todos
- los que no hablaron,
- de los que no cantaron
- y cantan hoy con esta boca
- que a ti te besa.
- LA BANDERA
-
- Levántate conmigo.
-
- Nadie quisiera
- como yo quedarse
- sobre la almohada en que tus párpados
- quieren cerrar el mundo para mí.
- Allí también quisiera
- dejar dormir mi sangre
- rodeando tu dulzura.
-
- Pero levántate,
- tú, levántate,
- pero conmigo levántate
- y salgamos reunidos
- a luchar cuerpo a cuerpo
- contra las telarañas del malvado,
- contra el sistema que reparte el hambre,
- contra la organización de la miseria.
-
- Vamos,
- y tú, mi estrella, junto a mí,
- recién nacida de mi propia arcilla,
- ya habrás hallado el manantial que ocultas
- y en medio del fuego estarás junto a mí,
- con tus ojos bravíos, alzando mi bandera.
- El Amor del Soldado
-
- En plena guerra te llevó la vida
- a ser el amor del soldado.
-
- Con tu pobre vestido de seda,
- tus uñas de piedra falsa
- te tocó caminar por el fuego.
-
- Ven acá, vagabunda,
- ven a beber sobre mi pecho
- rojo rocío.
-
- No querías saber dónde andabas,
- eras la compañera de baile,
- no tenías partido ni patria.
-
- Y ahora a mi lado caminando
- ves que conmigo va la vida
- y que detrás está la muerte.
-
- Ya no puedes volver a bailar
- con tu traje de seda en la sala.
- Te vas a romper los zapatos,
- pero vas a crecer en la marcha.
-
- Tienes que andar sobre las espinas
- dejando gotitas de sangre.
-
- Bésame de nuevo, querida.
-
- Limpia ese fusil, camarada.
- NO SÓLO EL FUEGO
-
- Ay sí, recuerdo,
- ay tus ojos cerrados
- como llenos por dentro de luz negra,
- todo tu cuerpo como una mano abierta,
- como un racimo blanco de la luna,
- y el éxtasis,
- cuando nos mata un rayo,
- cuando un puñal nos hiere en las raíces
- y nos rompe una luz la cabellera,
- y cuando
- vamos de nuevo
- volviendo a la vida,
- como si del océano saliéramos,
- como si del naufragio
- volviéramos heridos
- entre las piedras y las algas rojas.
-
- Pero
- hay otros recuerdos,
- no sólo flores del incendio,
- sino pequeños brotes
- que aparecen de pronto
- cuando voy en los trenes
- o en las calles.
-
- Te veo
- lavando mis pañuelos,
- colgando en la ventana
- mis calcetines rotos,
- tu figura en que todo,
- todo el placer como una llamarada
- cayó sin destruirte,
- de nuevo,
- mujercita
- de cada día,
- de nuevo ser humano,
- humildemente humano,
- soberbiamente pobre,
- como tienes que ser para que seas
- no la rápida rosa
- que la ceniza del amor deshace,
- sino toda la vida,
- toda la vida con jabón y agujas,
- con el aroma que amo
- de la cocina que tal vez no tendremos
- y en que tu mano entre las papas fritas
- y tu boca cantando en invierno
- mientras llega el asado
- serían para mí la permanencia
- de la felicidad sobre la tierra.
-
- Ay vida mía,
- no sólo el fuego entre nosotros arde,
- si no toda la vida,
- la simple historia,
- el simple amor
- de una mujer y un hombre
- parecidos a todos.
- LA MUERTA
-
- Si de pronto no existes,
- si de pronto no vives,
- yo seguiré viviendo.
- No me atrevo,
- no me atrevo a escribirlo,
- si te mueres.
-
- Yo seguiré viviendo.
-
- Porque donde no tiene voz un hombre
- allí, mi voz.
-
- Donde los negros sean apaleados
- yo no puedo estar muerto.
- Cuando entren en la cárcel mis hermanos
- entraré yo con ellos.
-
- Cuando la victoria,
- no mi victoria,
- sino la gran victoria
- llegue
- aunque esté mudo debo hablar:
- yo la veré llegar aunque esté ciego.
-
- No, perdóname.
- Si tú no vives,
- si
- tú, querida, amor mío,
- si tú
- te has muerto,
- todas las hojas caerán en mi pecho,
- lloverá sobre mi alma noche y día,
- la nieve quemará mi corazón,
- andaré con frío y fuego y muerte y nieve,
- mis pies querrán marchar hacia donde tú duermes,
- pero
- seguiré vivo,
- porque tú me quisiste sobre todas las cosas
- indomable,
- y, amor, porque tú sabes que soy no sólo un hombre
- sino todos los hombres.
- PEQUEÑA AMÉRICA
-
- Cuando miro la forma
- de América en el mapa,
- amor, a ti te veo:
- las alturas del cobre en tu cabeza,
- tus pechos, trigo y nieve,
- tu cintura delgada,
- veloces ríos que palpitan, dulces
- colinas y praderas
- y en el frío del sur tus pies terminan
- su geografía de oro duplicado.
-
- Amor, cuando te toco
- no sólo han recorrido
- mis manos tu delicia,
- sino ramas y tierras, frutas y agua,
- la primavera que amo,
- la luna del desierto, el pecho
- de la paloma salvaje,
- la suavidad de las piedras gastadas
- por las aguas del mar o de los ríos
- y la espesura roja
- del matorral en donde
- la sed y el hambre acechan.
- Y así mi patria extensa me recibe,
- pequeña América, en tu cuerpo.
-
- Aún más, cuando te veo recostada
- veo en tu piel, en tu color de avena,
- la nacionalidad de mi cariño.
- Porque desde tus hombros
- el cortador de caña
- de Cuba abrasadora
- me mira, lleno de sudor oscuro,
- y desde tu garganta
- pescadores que tiemblan
- en las húmedas casas de la orilla
- me cantan su secreto.
- Y así a lo largo de tu cuerpo,
- pequeña América adorada
- las tierras y los pueblos
- interrumpen mis besos
- y tu belleza entonces
- no sólo enciende el fuego
- que arde sin consumirse entre nosotros,
- sino que con tu amor me está llamando
- y a través de tu vida
- me está dando la vida que me falta
- y al sabor de tu amor se agrega el barro,
- el beso de la tierra que me aguarda.
-
-
- I
- El sabor de tu boca y el color de tu piel,
- piel, boca, fruta mía de estos días veloces,
- dímelo, fueron sin cesar a tu lado
- por años y por viajes y por lunas y soles
- y tierra y llanto y lluvia y alegría
- o sólo ahora, sólo
- salen de tus raíces
- como a la tierra seca el agua trae
- germinaciones que no conocía
- o a los labios del cántaro olvidado
- sube en el agua el gusto de la tierra?
-
- No sé, no me lo digas, no lo sabes.
- Nadie sabe estas cosas.
- Pero acercando todos mis sentidos
- a la luz de tu piel, desapareces,
- te fundes como el ácido
- aroma de una fruta
- y el calor de un camino,
- el olor del maíz que se desgrana,
- la madreselva de la tarde pura,
- los nombres de la tierra polvorienta,
- el perfume infinito de la patria:
- magnolia y matorral, sangre y harina,
- galope de caballos,
- la luna polvorienta de la aldea,
- el pan recién nacido:
- ay todo de tu piel vuelve a mi boca,
- vuelve a mi corazón, vuelve a mi cuerpo,
- y vuelvo a ser contigo
- la tierra que tú eres:
- eres en mí profunda primavera:
- vuelvo a saber en ti cómo germino.
-
- II
- Años tuyos que yo debí sentir
- crecer cerca de mí como racimos
- hasta que hubieras visto cómo el sol y la tierra,
- a mis manos de piedra te hubieran destinado
- hasta que uva con uva hubieras hecho
- cantar en mis venas el vino.
- El viento o el caballo
- desviándose pudieron
- hacer que yo pasara por tu infancia,
- el mismo cielo has visto cada día,
- el mismo barro del invierno oscuro,
- la enramada sin fin de los ciruelos
- y su dulzura de color morado.
- Sólo algunos kilómetros de noche,
- las distancias mojadas
- de la aurora campestre,
- un puñado de tierra nos separó, los muros
- transparentes
- que no cruzamos, para que la vida,
- después, pusiera todos
- los mares y la tierra
- entre nosotros, y nos acercáramos
- a pesar del espacio,
- paso a paso buscándonos,
- de un océano a otro,
- hasta que vi que el cielo se incendiaba
- y volaba en la luz tu cabellera
- y llegaste a mis besos con el fuego
- de un desencadenado meteoro
- y al fundirte en mi sangre, la dulzura
- del ciruelo salvaje
- de nuestra infancia recibí en mi boca,
- y te apreté a mi pecho
- como si la tierra y la vida recobrara.
-
- III
- Mi muchacha salvaje, hemos tenido
- que recobrar el tiempo
- y marchar hacia atrás, en la distancia
- de nuestras vidas, beso a beso,
- recogiendo de un sitio lo que dimos
- sin alegría, descubriendo en otro
- el camino secreto
- que iba acercando tus pies a los míos,
- y así bajo mi boca
- vuelves a ver la planta insatisfecha
- de tu vida alargando sus raíces
- hacia mi corazón que te esperaba.
- Y una a una las noches
- entre nuestras ciudades separadas
- se agregan a la noche que nos une.
- La luz de cada día
- su llama o su reposo
- nos entregan, sacándolos del tiempo,
- y así se desentierra
- en la sombra o la luz nuestro tesoro,
- y así besan la vida nuestros besos:
- todo el amor en nuestro amor se encierra:
- toda la sed termina en nuestro abrazo.
- Aquí estamos al fin frente a frente,
- nos hemos encontrado,
- no hemos perdido nada.
- Nos hemos recorrido labio a labio,
- hemos cambiado mil veces,
- entre nosotros la muerte y la vida,
- todo lo que traíamos
- como muertas medallas
- lo echamos al fondo del mar,
- todo lo que aprendimos
- no nos sirvió de nada:
- comenzamos de nuevo,
- terminamos de nuevo
- muerte y vida.
- Y aquí sobrevivimos,
- puros, con la pureza que nosotros creamos,
- más anchos que la tierra que no pudo extraviarnos,
- eternos como el fuego que arderá
- cuanto dure la vida.
-
- IV
- Cuando he llegado aquí se detiene mi mano.
- Alguien pregunta: Dime por qué, como las olas
- en una misma costa, tus palabras
- sin cesar van y vuelven a su cuerpo?
- Ella es sólo la forma que tú amas?
- Y respondo: mis manos no se sacian
- en ella, mis besos no descansan,
- por qué retiraría las palabras
- que repiten la huella de su contacto amado,
- que se cierran guardando
- inútilmente como en la red el agua,
- la superficie y la temperatura
- de la ola más pura de la vida?
- Y, amor, tu cuerpo no sólo es la rosa
- que en la sombra o la luna se levanta
- o sorprendo o persigo.
- No sólo es movimiento o quemadura,
- acto de sangre o pétalo del fuego,
- sino que para mí tú me has traído
- mi territorio, el barro de mi infancia,
- las olas de la avena,
- la piel redonda de la fruta oscura
- que arranqué de la selva,
- aroma de maderas y manzanas,
- color de agua escondida donde caen
- frutos secretos y profundas hojas.
- Oh amor tu cuerpo sube
- como una línea pura de vasija
- desde la tierra que me reconoce
- y cuando te encontraron mis sentidos
- tú palpitaste como si cayeran
- dentro de ti la lluvia y las semillas!
- Ay que me digan cómo
- pudiera yo abolirte
- y dejar que mis manos sin tu forma
- arrancaran el fuego a mis palabras!
- Suave mía, reposa
- tu cuerpo en estas líneas que te deben
- más de lo que me das en tu contacto,
- vive en estas palabras y repite
- en ellas la dulzura y el incendio,
- estremécete en medio de sus sílabas,
- duerme en mi nombre como te has dormido
- sobre mi corazón, y así mañana el
- hueco de tu forma
- guardarán mis palabras
- y el que las oiga un día recibirá una ráfaga
- de trigo y amapolas:
- estará todavía respirando
- el cuerpo del amor sobre la tierra!
-
- V
- Hilo de trigo y agua
- de cristal o de fuego,
- la palabra y la noche,
- el trabajo y la ira,
- la sombra y la ternura
- todo lo has ido poco a poco cosiendo
- a mis bolsillos rotos
- y no sólo en la zona trepidante
- en que amor y martirio son gemelos
- como dos campanas de incendio,
- me esperaste, amor mío,
- sino en las más pequeñas
- obligaciones dulces.
- El aceite dorado de Italia hizo tu nimbo,
- santa de la cocina y la costura,
- y tu coquetería pequeñuela,
- que tanto se tardaba en el espejo,
- con tus manos que tienen
- pétalos que el jazmín envidiaría
- lavó los utensilios y mi ropa,
- desinfectó las llagas.
- Amor mío, a mi vida
- llegaste preparada
- como amapola y como guerrillera:
- de seda el esplendor que yo recorro
- con el hambre y la sed
- que sólo para ti traje a este mundo,
- y detrás de la seda
- la muchacha de hierro
- que luchará a mi lado.
- Amor, amor, aquí nos encontramos.
- Seda y metal, acércate a mi boca.
-
- VI
- Y porque Amor combate
- no sólo en su quemante agricultura,
- sino en la boca de hombres y mujeres,
- terminaré saliéndoles al camino
- a los que entre mi pecho y tu fragancia
- quieran interponer su planta oscura.
- De mí nada más malo
- te dirán, amor mío
- de lo que yo te dije.
- Yo viví en las praderas
- antes de conocerte
- y no esperé el amor sino que estuve
- acechando y salté sobre la rosa.
- Qué más pueden decirte?
- No soy bueno ni malo sino un hombre,
- y agregarán entonces el peligro
- de mi vida, que conoces
- y que con tu pasión has compartido.
- Y bien, este peligro
- es peligro de amor, de amor completo
- hacia toda la vida, hacia todas las vidas,
- y si este amor nos trae
- la muerte o las prisiones,
- yo estoy seguro que tus grandes ojos,
- como cuando los beso
- se cerrarán entonces con orgullo,
- con doble orgullo, amor,
- con tu orgullo y el mío.
- Pero hacia mis orejas vendrán antes
- a socavar la torre
- del amor dulce y duro que nos liga,
- y me dirán: "Aquella
- que tú amas,
- no es mujer para ti,
- por qué la quieres? Creo
- que podrías hallar una más bella,
- más seria, más profunda,
- más otra, tú me entiendes, mírala qué ligera,
- y qué cabeza tiene,
- y mírala cómo se viste
- y etcétera y etcétera".
- Y yo en estas líneas digo:
- así te quiero, amor, amor,
- así te amo, así como te vistes
- y como se levanta
- tu cabellera y como
- tu boca se sonríe,
- ligera como el agua
- del manantial sobre las piedras puras,
- así te quiero amada.
- Al pan yo no le pido que me enseñe
- sino que no me falte
- durante cada día de la vida.
- Yo no sé nada de la luz, de dónde
- viene ni dónde va,
- yo sólo quiero que la luz alumbre,
- yo no pido a la noche
- explicaciones,
- yo la espero y me envuelve,
- y así tú, pan y luz
- y sombra eres.
- Has venido a mi vida con lo que tú traías,
- hecha
- de luz y pan y sombra te esperaba,
- y así te necesito,
- así te amo,
- y a cuantos quieran escuchar mañana
- lo que no les diré, que aquí lo lean,
- y retrocedan hoy porque es temprano
- para estos argumentos.
- Mañana sólo les daremos
- una hoja del árbol de nuestro amor, una hoja
- que caerá sobre la tierra
- como si la hubieran hecho nuestros labios,
- como un beso que cae
- desde nuestras alturas invencibles
- para mostrar el fuego y la ternura
- de un amor verdadero.
-
-
- EPITALAMIO
- Recuerdas cuando
- en invierno llegamos a la isla?
- El mar hacia nosotros levantaba
- una copa de frío.
- En las paredes las enredaderas
- susurraban dejando
- caer hojas oscuras
- a nuestro paso.
- Tú eras también una pequeña hoja
- que temblaba en mi pecho.
- El viento de la vida allí te puso.
- En un principio no te vi: no supe
- que ibas andando conmigo,
- hasta que tus raíces
- horadaron mi pecho,
- se unieron a los hilos de mi sangre,
- hablaron por mi boca,
- florecieron conmigo.
- Así fue tu presencia inadvertida,
- hoja o rama invisible
- y se pobló de pronto
- mi corazón de frutos y sonidos.
- Habitaste la casa
- que te esperaba oscura
- y encendiste las lámparas entonces.
- Recuerdas, amor mío,
- nuestros primeros pasos en la isla?
- Las piedras grises nos reconocieron,
- las rachas de la lluvia,
- los gritos del viento en la sombra.
- Pero fue el fuego
- nuestro único amigo,
- junto a él apretamos
- el dulce amor de invierno
- a cuatro brazos.
- El fuego vio crecer nuestro beso desnudo
- hasta tocar estrellas escondidas,
- y vio nacer y morir el dolor
- como una espada rota
- contra el amor invencible.
- Recuerdas,
- oh dormida en mi sombra,
- cómo de ti crecía el sueño,
- de tu pecho desnudo
- abierto con sus cúpulas gemelas
- hacia el mar, hacia el viento de la isla
- y cómo yo en tu sueño navegaba
- libre, en el mar y en el viento
- atado y sumergido sin embargo
- al volumen azul de tu dulzura?
- Oh dulce, dulce mía,
- cambió la primavera
- los muros de la isla.
- Apareció una flor como una gota
- de sangre anaranjada,
- y luego descargaron los colores
- todo su peso puro.
- El mar reconquistó su transparencia,
- la noche en el cielo
- destacó sus racimos
- y ya todas las cosas susurraron
- nuestro nombre de amor, piedra por piedra
- dijeron nuestro nombre y nuestro beso.
- La isla de piedra y musgo
- resonó en el secreto de sus grutas
- como en tu boca el canto,
- y la flor que nacía
- entre los intersticios de la piedra
- con su secreta sílaba
- dijo al pasar tu nombre
- de planta abrasadora,
- y la escarpada roca levantada
- como el muro del mundo
- reconoció mi canto, bienamada,
- y todas las cosas dijeron
- tu amor, mi amor, amada,
- porque la tierra, el tiempo, el mar, la isla,
- la vida la marea,
- el germen que entreabre
- sus labios en la tierra,
- la flor devoradora,
- el movimiento de la primavera,
- todo nos reconoce.
- Nuestro amor ha nacido
- fuera de las paredes, en el viento,
- en la noche,
- en la tierra,
- y por eso la arcilla y la corola,
- el barro y las raíces
- saben cómo te llamas,
- y saben que mi boca
- se juntó con la tuya
- porque en la tierra nos sembraron juntos
- sin que sólo nosotros lo supiéramos
- y que crecemos juntos
- y florecemos juntos
- y por eso
- cuando pasamos,
- tu nombre está en los pétalos
- de la rosa que crece en la piedra,
- mi nombre está en las grutas.
- Ellos todo lo saben,
- no tenemos secretos,
- hemos crecido juntos
- pero no lo sabíamos.
- El mar conoce nuestro amor, las piedras
- de la altura rocosa
- saben que nuestros besos florecieron
- con pureza infinita,
- cómo en sus intersticios una boca
- escarlata amanece:
- así conocen nuestro amor y el beso
- que reúne tu boca y la mía
- en una flor eterna.
- Amor mía,
- la primavera dulce,
- flor y mar, nos rodean.
- No la cambiamos
- por nuestro invierno,
- cuando el viento
- comenzó a descifrar tu nombre
- que hoy en todas las horas repite,
- cuando
- las hojas no sabían
- que tú eras una hoja,
- cuando
- las raíces
- no sabían que tú me buscabas
- en mi pecho.
- Amor, amor,
- la primavera
- nos ofrece el cielo,
- pero la tierra oscura
- es nuestro nombre,
- nuestro amor pertenece
- a todo el tiempo y la tierra.
- Amándonos, mi brazo
- bajo tu cuello de arena
- esperaremos
- cómo cambia la tierra y el tiempo
- en la isla,
- cómo caen las hojas
- de las enredaderas taciturnas,
- cómo se va el otoño
- por la ventana rota.
- Pero nosotros
- vamos a esperar
- a nuestro amigo,
- a nuestro amigo de ojos rojos,
- el fuego,
- cuando de nuevo el viento
- sacuda las fronteras de la isla
- y desconozca el nombre
- de todos,
- el invierno
- nos buscará, amor mío,
- siempre,
- nos buscará, porque lo conocemos,
- porque no lo tememos,
- porque tenemos
- con nosotros
- el fuego
- para siempre.
- Tenemos
- la tierra con nosotros
- para siempre,
- la primavera con nosotros
- para siempre,
- y cuando se desprenda
- de las enredaderas
- una hoja
- tú sabes amor mío,
- qué nombre viene escrito
- en esa hoja,
- un nombre que es el tuyo y es el mío,
- nuestro nombre de amor, un solo
- ser, la flecha
- que atravesó el invierno,
- el amor invencible,
- el fuego de los días,
- una hoja
- que me cayó en el pecho,
- yo una hoja del árbol
- de la vida
- que hizo nido y cantó
- que echó raíces,
- que dio flores y frutos.
- Y así ves, amor mío cómo marcho
- por la isla,
- por el mundo,
- seguro en medio de la primavera,
- loco de luz en el frío,
- andando tranquilo en el fuego,
- levantando tu peso
- de pétalo en mis brazos
- como si nunca hubiese caminado
- sino contigo alma mía,
- como si no supiera caminar
- sino contigo,
- corno si no supiera cantar
- sino cuando tú cantas.
-
-
-
- Adiós, pero conmigo
- serás, irás adentro
- de una gota de sangre que circule en mis venas
- o fuera, beso que me abrasa el rostro
- o cinturón de fuego en mi cintura.
- Dulce mía, recibe
- el gran amor que salió de mi vida
- y que en ti no encontraba territorio
- como el explorador perdido
- en las islas del pan y de la miel.
- Yo te encontré después
- de la tormenta, la lluvia
- lavó el aire y en el agua
- tus dulces pies brillaron como peces.
-
- Adorada, me voy a mis combates.
-
- Arañaré la tierra para hacerte una cueva
- y allí tu Capitán
- te esperará con flores en el lecho.
- No pienses más, mi dulce,
- en el tormento
- que pasó entre nosotros
- como un rayo de fósforo
- dejándonos tal vez su quemadura.
- La paz llegó también porque regreso
- a luchar a mi tierra,
- y como tengo el corazón completo
- con la parte de sangre que me diste
- para siempre,
- y como
- llevo
- las manos llenas de tu ser desnudo, mírame,
- mírame,
- mírame por el mar, que voy radiante,
- mírame por la noche que navego,
- y mar y noche son los ojos tuyos.
- No he salido de ti cuando me alejo.
- Ahora voy a contarte:
- mi tierra será tuya, yo voy a conquistarla,
- no sólo para dártela,
- sino que para todos,
- para todo mi pueblo.
- Saldrá el ladrón de su torre algún día.
- Y el invasor será expulsado.
- Todos los frutos de la vida
- crecerán en mis manos
- acostumbrados antes a la pólvora.
- Y sabré acariciar las nuevas flores
- porque tú me enseñaste la ternura.
- Dulce mía, adorada,
- vendrás conmigo a luchar cuerpo a cuerpo
- porque en mi corazón viven tus besos
- como banderas rojas,
- y si caigo, no sólo
- me cubrirá la tierra
- sino este gran amor que me trajiste
- y que vivió circulando en mi sangre.
- Vendrás conmigo,
- en esa hora te espero,
- en esa hora y en todas las horas,
- en todas las horas te espero.
- Y cuando venga la tristeza que odio
- a golpear a tu puerta,
- dile que yo te espero
- y cuando la soledad quiera que cambies
- la sortija en que está mi nombre escrito,
- dile a la soledad que hable conmigo,
- que yo debí marcharme
- porque soy un soldado,
- y que allí donde estoy,
- bajo la lluvia o bajo
- el fuego,
- amor mío, te espero.
- Te espero en el desierto más duro
- Y junto al limonero florecido,
- en todas las partes donde esté la vida,
- donde la primavera está naciendo,
- amor mío, te espero.
- Cuando te digan: 'Ese hombre
- no te quiere", recuerda
- que mis pies están solos en esa noche, y buscan
- los dulce pequeños pies que adoro.
- Amor, cuando te digan
- que te olvidé, y aun cuando
- sea yo quien lo dice,
- cuando yo te lo diga,
- no me creas,
- quién y cómo podrían
- cortarte de mi pecho
- y quién recibiría
- mi sangre
- cuando hacia ti me fuera desangrando?
- Pero tampoco puedo
- olvidar a mi pueblo.
- Voy a luchar en cada calle,
- detrás de cada piedra.
- Tu amor también me ayuda:
- es una flor cerrada
- que cada vez me llena con su aroma
- y que se abre de pronto
- dentro de mí como una gran estrella.
-
- Amor mío, es de noche.
-
- El agua negra, el mundo
- dormido, me rodean.
- Vendrá luego la aurora,
- y yo mientras tanto te escribo
- para decirte: "Te amo'.
- Para decirte "Te amo , cuida,
- limpia, levanta,
- defiende
- nuestro amor, alma mía.
- Yo te lo dejo como si dejara
- Un puñado de tierra con semillas.
- De nuestro amor nacerán vidas.
- En nuestro amor beberán agua.
- Tal vez llegará un día
- en que un hombre
- y una mujer, iguales
- a nosotros,
- tocarán este amor y aún tendrá fuerza
- para quemar las manos que lo toquen.
- Quiénes fuimos? Qué importa?
- Tocarán este fuego
- y el fuego, dulce mía, dirá tu simple nombre
- y el mío, el nombre
- que tú sola supiste porque tú sola
- sobre la tierra sabes
- quién soy, y porque nadie me conoció como una,
- como una sola de tus manos,
- porque nadie
- supo cómo, ni cuándo
- mi corazón estuvo ardiendo:
- tan sólo
- tus grandes ojos pardos lo supieron,
- tu ancha boca,
- tu piel, tus pechos,
- tu vientre, tus entrañas
- y el alma tuya que yo desperté
- para que se quedara
- cantando hasta el fin de la vida.
-
- Amor, te espero.
-
- Adiós, amor, te espero.
-
- Amor, amor, te espero.
-
- Y así esta carta se termina
- sin ninguna tristeza:
- están firmes mis pies sobre la tierra,
- mi mano escribe esta carta en el camino,
- y en medio de la vida estaré
- siempre
- junto al amigo, frente al enemigo,
- con tu nombre en la boca
- y un beso que jamás
- se apartó de la tuya.
FIN
fuente :http://www.ciudadseva.com/textos/poesia/capitan.htm
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