¡ADIOS!
Las cosas que mueren jamás resucitan,
las cosas que mueren no tornan jamás,
se quiebran los vasos y el vidrio que queda
¡es polvo por siempre y por siempre será!
Cuando los capullos caen de la rama
dos veces seguidas no florecerán...
Las flores tronchadas por el viento impío
¡se agotan por siempre, por siempre jamás!
Los días que fueron, los días perdidos,
los días inertes ya no volverán.
¡Qué tristes las horas que se desgranaron
bajo el aletazo de la soledad!
¡Qué tristes las sombras, las sombras nefastas,
las sombras creadas por nuestra maldad!
¡Oh, las cosas idas, las cosas marchitas,
las cosas celestes que así se nos van!
¡Corazón... silencia!... ¡Cúbrete de llagas!...
-de llagas infectas- ¡cúbrete de mal!
¡Que todo el que llegue se muera al tocarte,
corazón maldito que inquietas mi afán!
¡Adiós para siempre mis dulzuras todas!
¡Adiós mi alegría llena de bondad!
¡Oh, las cosas muertas, las cosas marchitas,
las cosas celestes que no vuelven más!...
Alfonsina Storni
CAPRICHO
Escrútame los ojos sorpréndeme la boca,
sujeta entre tus manos esta cabeza loca;
dame a beber veneno, el malvado veneno
que moja los labios a pesar de ser bueno.
Pero no me preguntes, no me preguntes nada
de porqué lloré tanto en la noche pasada;
las mujeres lloramos sin saber, porque sí.
Es esto de los llantos pasaje baladí.
Bien se ve que tenemos adentro un mar oculto,
un mar un poco torpe, ligeramente estulto,
que se asoma a los ojos con bastante frecuencia
y hasta lo manejamos con una dúctil ciencia.
No preguntes amado, lo debes sospechar:
en la noche pasada no estaba quieto el mar.
Nada más. Tempestades que las trae y las lleva
un viento que nos marca cada vez costa nueva.
Si, vanas mariposas sobre jardín de Enero,
nuestro interior es todo sin equilibrio y huero.
Luz de cristalería, fruto de carnaval
decorado en escamas de serpientes del mal.
Así somos, ¿no es cierto? Ya lo dijo el poeta:
deseamos y gustamos la miel en cada copa
y en el cerebro habemos un poquito de estopa.
Bien. No, no me preguntes. Torpeza de mujer,
capricho, amado mío, capricho debe ser.
Oh, déjame que ría. ¿No ves que tarde hermosa?
Espínate las manos y córtame una rosa.
Alfonsina storni
DOLOR
Quisiera esta tarde divina de octubre
pasear por la orilla lejana del mar;
que la arena de oro, y las aguas verdes,
y los cielos puros me vieran pasar.
Ser alta, soberbia, perfecta, quisiera,
como una romana, para concordar
con las grandes olas, y las rocas muertas
y las anchas playas que ciñen el mar.
Con el paso lento, y los ojos fríos
y la boca muda, dejarme llevar;
ver cómo se rompen las olas azules
contra los granitos y no parpadear;
ver cómo las aves rapaces se comen
los peces pequeños y no despertar;
pensar que pudieran las frágiles barcas
hundirse en las aguas y no suspirar;
ver que se adelanta, la garganta al aire,
el hombre más bello, no desear amar...
Perder la mirada, distraídamente,
perderla y que nunca la vuelva a encontrar;
Y, figura erguida, entre cielo y playa,
sentirme el olvido perenne del mar.
Alfonsina storni
EL RUEGO
Señor, Señor, hace ya tiempo, un día
soñé un amor como jamás pudiera
soñarlo nadie, algún amor que fuera
la vida toda, toda la poesía.
Y pasaba el invierno y no venía,
y pasaba también la primavera,
y el verano de nuevo persistía,
y el otoño me hallaba con mi espera.
Señor, Señor; mi espalda está desnuda,
¡has estallar allí, con mano ruda
el látigo que sangra a los perversos!
Que está la tarde ya sobre mi vida,
y esta pasión ardiente y desmedida
la he perdido, ¡Señor, haciendo versos!
Alfonsina storni
LA CARICIA PERDIDA
Se me va de los dedos la caricia sin causa,
se me va de los dedos ... En el viento, al rodar,
la caricia que vaga sin destino ni objeto,
la caricia perdida, ¿quién la recogerá?
Pude amar esta noche con piedad infinita,
pude amar al primero que acertara a llegar.
Nadie llega. Están solos los floridos senderos.
La caricia perdida rodará... rodará...
Si en los ojos te besan esta noche, viajero,
si estremece las ramas un dulce suspirar,
si te oprime los dedos una mano pequeña
que te toma y te deja, que te logra y se va,
si no ves esa mano ni la boca que besa,
si es el aire quien teje la ilusión de llamar,
oh, viajero, que tienes como el cielo los ojos,
en el viento fundida ¿me reconocerás?
Alfonsina storni
LA MIRADA
Mañana, bajo el peso de los años,
las buenas gentes me verán pasar,
mas bajo el pelo oscuro y la piel mate
algo del muerto fuego asomará.
Y oiré decir: ¿quién es esa que ahora
pasa? Y alguna voz contestará:
-Allá en sus buenos tiempos
hacía versos. Hace mucho ya.
Y yo tendré mi cabellera blanca,
los ojos limpios, y en mi boca habrá
una gran placidez y mi sonrisa
oyendo aquello no se apagará.
Seguiré mi camino lentamente,
mi mirada a los ojos mirará,
irá muy hondo la mirada mía,
y alguien, en el montón, comprenderá.
Alfonsina storni
LA QUE COMPRENDE
Con la cabeza negra caída hacia adelante
está la mujer bella, la de mediana edad,
postrada de rodillas, y un Cristo agonizante
desde su duro leño la mira con piedad.
En los ojos la carga de una enorme tristeza,
en el seno la carga del hijo por nacer,
al pie del blanco Cristo que está sangrando reza:
-¡Señor, el hijo mío que no nazca mujer!
Alfonsina storni
QUEJA
Señor, mi queja es ésta,
tú me comprenderás:
De amor me estoy muriendo,
pero no puedo amar.
Persigo lo perfecto
en mí y en los demás,
persigo lo perfecto
para poder amar.
Me consumo en mi fuego,
¡señor, piedad, piedad!
De amor me estoy muriendo
Alfonsina storni
CARTA LIRICA A OTRA MUJER
Vuestro nombre no se, ni vuestro rostro
conozco yo, y os imagino blanca,
débil como los brotes iniciales,
pequeña, dulce... Ya. ni se... Divina.
En vuestros ojos, placidez de lago
que se abandona al sol y dulcemente
le absorbe su oro mientras todo calla.
Y vuestras manos, finas, como aqueste
dolor, el mío, que se alarga, alarga
y luego se me muere y se concluye
así, como lo veis, en algún verso.
Ah, ¿sois así? Decidme si en la boca
tenéis un rumoroso colmenero,
si las orejas vuestras son a modo
de pétalos de rosas ahuecados...
Decidme si lloráis humildemente
mirando las estrellas tan lejanas,
y si en las manos tibias se os aduermen
palomas blancas y canarios de oro.
Porque todo eso y mas sois, sin duda,
vos, que tenéis al hombre que adoraba
entre las manos dulces; vos, la bella,
que habéis matado, sin saberlo acaso,
toda esperanza en mi... Vos, su criatura,
porque él es todo vuestro: cuerpo y alma
estáis gustando del amor secreto
que guardé silencioso,.. Dios lo sabe
por que, que yo no alcanzo a penetrarlo.
Os lo confieso que una vez estuvo
tan cerca de mi brazo, que a extenderlo
acaso mía aquella dicha vuestra
me fuera ahora... ¡Si!, acaso mía...
Mas, ved, estaba el alma tan gastada,
que el brazo mío no alcanzó a extenderse:
la sed divina, contenida entonces,
me pulió el alma... ¡Y el ha sido vuestro!
¿Comprendéis bien? Ahora, en vuestros brazos
el se adormece y le decís palabras
pequeñas y menudas que semejan
pétalos volanderos y muy blancos,
Acaso un niño rubio vendrá luego
a copiar en los ojos inocentes
los ojos vuestros y los de él,
unidos en un espejo azul y cristalino...
¡Oh, ceñidle la frente: ¡Era tan amplia!
¡Arrancaba tan firme los cabellos
a grandes ondas, que a tenerla cerca,
no hiciera yo otra cosa que ceñirla!
Luego dejad que en vuestras manos vaguen
los labios suyos; el me dijo un día
que nada era tan dulce al alma suya
Como besar las femeninas manos...
Y acaso alguna vez, yo, la que anduve
vagando por afuera de la vida
como aquellos filósofos mendigos
que van a las ventanas señoriales
a mirar sin envidia toda fiesta-,
me allegué humildemente a vuestro lado
y con palabras quedas, susurrantes,
os pida vuestras manos un momento,
para besarías yo como el las besa..
-Y al recubrirías lenta, lentamente,
vaya pensando: "Aquí se aposentaron
¿cuanto tiempo sus labios, cuanto tiempo
en las divinas manos que son suyas?
¡Oh que amargo deleite este deleite
de buscar huellas suyas y seguirlas
sobre las manos vuestras tan sedosas,
tan finas, con sus venas tan azules!
¡Oh, que nada podría (ni ser suya,
ni dominarle el alma, ni tenerlo
rendido aquí a mis pies) recompensarme
este horrible deleite de hacer mío
un inefable, apasionado rastro!
¡ Y allí en vos misma, si, pues sois barrera,
barrera ardiente, viva, que al tocarla
ya me remueve este cansancio amargo,
este silencio de alma en que me escudo,
este dolor mortal en que me abismo,
esta inmovilidad del sentimiento
que solo salta bruscamente cuando
nada es posible!
Alfonsina Storni
VEINTE SIGLOS
Para decirte , amor, que te deseo,
sin los rubores falsos del instinto,
estuve atada como un Prometeo,
pero una tarde me salí del cinto.
Son veinte siglos que movió mi mano
para poder decirte sin rubores.
“Que la luz edifique mis amores”.
Son veinte siglos los que alzó mi mano!
Pasan las flechas sobre mis cabellos,
pasan las flechas, aguzados dardos...
son veinte siglos de terribles fardos!
Sentí su peso al libertarme de ellos.
Y no creas que tenga el brazo fuerte,
mi brazo tiembla debilucho y magro,
pero he llegado entera hasta el milagro:
estoy acompañada por la muerte.
Alfonsina Storni