Pablo Neruda y Matilde Urrutia en Atlántida. Una historia de amor clandestino
En Uruguay existe un museo en la casa que Pablo Neruda solía pasar sus vacaciones junto a Matilde Urrutia cuando aún no estaban casados. Una colección de fotos y varios objetos personales recuerdan el paso del gran poeta chileno por las costas del Río de la Plata.
Por Gustavo Laborde, corresponsal del Servicio Informativo Iberoamericano de la OEI, Montevideo, Uruguay.
Atlántida, un pequeño balneario del Río de la Plata, situado a 40 kilómetros de Montevideo, fue el refugio de una clandestina historia de amor. Con el apacible mar como testigo y los silenciosos bosques de pinos como cómplices, el poeta Pablo Neruda y su entonces amante y posterior esposa Matilde Urrutia vivieron allí un pasión tan secreta como intensa. La casa que albergó a los amantes fue convertida en un museo llamado Paseo Neruda, en homenaje al gran poeta chileno.
Se trata de una hermosa mansión de tres pisos, estilo Liberty, situada sobre la orilla del mar -desde donde se pueden ver espectaculares puestas de sol- y adornada con varios objetos que fueron propiedad del poeta, así como otros que lo recuerdan. El público que lo visita puede recorrer las salas superiores, recreadas tal como estaban cuando las habitaban Pablo Neruda y Matilde Urrutia. Una hermosa chalina, tenedores de hueso, muebles, un extenso epistolario, objetos varios y hasta un tierno herbario que la pareja fue haciendo poco a poco con la flora del lugar. Todos estos elementos dan cuenta de que Neruda no sólo escribía poesía, sino que vivía poéticamente. Además de sus pertenencias, Paseo Neruda exhibe una formidable colección de retratos que la fotógrafa argentina Sara Facio le tomó al chileno. El museo también alberga, en las habitaciones de planta inferior, una cafetería y restaurante para que los que hasta allí lleguen puedan regalarse algún placer al paladar, algo de lo que Neruda no se privaba en absoluto.
Neruda mantuvo una relación muy estrecha con Uruguay. En su juventud experimentó gran interés y declarada influencia por el poeta uruguayo Carlos Sabat Ercasty. Pero su relación con este país fue, sobre todo, de índole afectiva. Uno de sus mejores amigos uruguayos fue el arquitecto y cineasta Alberto Mántaras. Esa amistad nació en 1952 durante la travesía en un barco que zarpó del puerto francés de Cannes y que tenía por destino a Montevideo y luego Buenos Aires. Neruda viajaba junto a Matilde Urrutia con la intención de pasar una temporada junto a ella en Atlántida, pero el encuentro se vio aplazado. Al llegar a Montevideo, el poeta se encontró con que una delegación llegada desde Chile lo estaba esperando en el puerto para saludarlo. Como hasta ese entonces su relación con Matilde Urrutia era clandestina (Neruda todavía estaba casado con Delia del Carril) ella, para disolver cualquier sospecha, debió seguir viaje hasta Buenos Aires. Su amigo Alberto Mántaras y su esposa Olga dieron amparo a esa relación. Cuando finalmente el poeta se separó de Delia del Carril para casarse con Matilde, el matrimonio uruguayo recibió una carta invitándolos a la boda en Isla Negra: “Los esperamos a ustedes como testigos, hermanos y cómplices”, les escribió.
Atlántida se incorporó al universo poético de Neruda bajo la forma de un anagrama. En sus versos nombra al lugar de sus pasiones como Datitla. Una vez Neruda viajó desde Finlandia y la Unión Soviética hasta este pequeño balneario de la costa uruguaya para encontrarse con Matilde. Estos versos fueron escritos en aquella oportunidad.
“Y cuando/ de regreso/ brilló tu boca bajo los pinares/ de Datitla y arriba/ silbaron, crepitaron/ y cantaron/ extravagantes/ pájaros/ bajo la luna de Montevideo, entonces/ a tu amor he regresado/ a la alegría de tus anchos ojos;/ bajé, toqué la tierra/ amándote y amando/ mi viaje venturoso”
Pero estos no son los únicos versos que Neruda le dedicó a parajes uruguayos; en su poesía también se mencionan el balneario Punta del Este, Montevideo y hasta el característico puente ondulante de la Barra de Maldonado (”entre agua y aire brilla el puente curvo/ entre verde y azul las curvaturas).
En el Museo Paseo Neruda también se conservan tres cortometrajes inéditos en los que participa Pablo Neruda como actor, que fueron dirigidos por su amigo uruguayo, Alberto Mántaras. Y hablando de películas, hay una anécdota que involucra a ambos amigos y que parece salida de una novela. Neruda, cuyo afecto a la buena comida y la buena bebida ha sido siempre resaltado, había introducido en Montevideo un cóctel de su invención, llamado Nikolasa, al que le atribuía propiedades vigorizantes. El trago no es muy difícil de preparar. Se necesita un buen cognac, gajos no muy gruesos de limón y un recipiente con azúcar. Neruda recomendaba que se exprimiese el gajo de limón, se lo frotara en el azúcar, se lo llevara a la boca y allí se lo triturara para recién después darle un abundante sorbo al cognac. El particular tónico fue probado por el narrador uruguayo y amigo de Neruda, Alfredo Gravina, durante una reunión. Los invitados no olvidaron la escena. Luego de tragar el brebaje se vio al hombre gritar y saltar enfurecido, correr en todas direcciones y hacer todo tipo de ademanes. Dicen que la calma no le llegó ni siquiera cuando terminó de trepar un árbol que había en las inmediaciones.OEI
LA REINA
- Yo te he nombrado reina.
- Hay más altas que tú, más altas.
- Hay más puras que tú, más puras.
- Hay más bellas que tú, hay más bellas.
- Pero tú eres la reina.
- Cuando vas por las calles
- nadie te reconoce.
- Nadie ve tu corona de cristal, nadie mira
- la alfombra de oro rojo
- que pisas donde pasas,
- la alfombra que no existe.
- Y cuando asomas
- suenan todos los ríos
- en mi cuerpo, sacuden
- el cielo las campanas,
- y un himno llena el mundo.
- Sólo tú y Yo,
- sólo tú y yo, amor mío,
lo escuchamos.