VIRINGO POR MARCO MARTOS
Hay un perro sin pelo en la costa norte de Perú
que llaman viringo, perro chimo, perro chino.
Abunda en Sechura y los científicos lo han bautizado
como sechura canis. Todos esos nombres son verdaderos
y encierran cada uno sus secretos.
En 1422 el almirante Zheng He y sus compañeros
Zhou Man, Hong Bao, Zhou Wen y Yang Qing,
llegaron a la bahía de Paita, a Colán, a Sechura.
Viajaba por orden del emperador Zhu Di
con numerosa comitiva de concubinas y marineros.
Venían con la orden expresa de tratar bien
a las gentes de los países distantes
y establecer relaciones de concordia con los gobiernos.
Pensaron volver pero nunca lo hicieron,
dejaron sus perros pelados que dan calor
a los ancianos en las noches del invierno,
algunas gallinas orientales de cuellos sin plumas
y vuelo muy pequeño, dejaron ungüentos,
hierbas medicinales, algunas palabras que repetimos.
La nostalgia de lo extraño los acompañó en su regreso.
Tuvieron tiempo para hacer cartas geográficas, mapas
de todos los mundos que fueron conociendo.
Esos conocimientos privados llegaron a los cartógrafos italianos,
a los estudiosos portugueses, a los geógrafos de España,
llegaron a Vasco de Gama, a Cristóbal Colón, a Magallanes.
Todavía permanece, gracias a la magia de la historia,
el emperador Zhu Di, en la ciudad prohibida que mandó construir
dentro de Beijin, en sus aposentos de invierno,
acariciando a su perro viringo, en medio de la nostalgia del tiempo
que llaman viringo, perro chimo, perro chino.
Abunda en Sechura y los científicos lo han bautizado
como sechura canis. Todos esos nombres son verdaderos
y encierran cada uno sus secretos.
En 1422 el almirante Zheng He y sus compañeros
Zhou Man, Hong Bao, Zhou Wen y Yang Qing,
llegaron a la bahía de Paita, a Colán, a Sechura.
Viajaba por orden del emperador Zhu Di
con numerosa comitiva de concubinas y marineros.
Venían con la orden expresa de tratar bien
a las gentes de los países distantes
y establecer relaciones de concordia con los gobiernos.
Pensaron volver pero nunca lo hicieron,
dejaron sus perros pelados que dan calor
a los ancianos en las noches del invierno,
algunas gallinas orientales de cuellos sin plumas
y vuelo muy pequeño, dejaron ungüentos,
hierbas medicinales, algunas palabras que repetimos.
La nostalgia de lo extraño los acompañó en su regreso.
Tuvieron tiempo para hacer cartas geográficas, mapas
de todos los mundos que fueron conociendo.
Esos conocimientos privados llegaron a los cartógrafos italianos,
a los estudiosos portugueses, a los geógrafos de España,
llegaron a Vasco de Gama, a Cristóbal Colón, a Magallanes.
Todavía permanece, gracias a la magia de la historia,
el emperador Zhu Di, en la ciudad prohibida que mandó construir
dentro de Beijin, en sus aposentos de invierno,
acariciando a su perro viringo, en medio de la nostalgia del tiempo