Hoy te entrego mi palabra de arcilla,
y digo que la tarde, es un aullido de nostalgias.
y digo que la sombra, se descuelga de los huesos,
y digo que solloza, la lívida sombra de una lágrima.
La palabra que es el ojo de mi pecho,
la siembra multiforme, de todas mis cosechas.
La voz que se desgasta en el acero destemplado,
la ruina de las ruinas después del jubileo.
Mujer que te envuelves, en la pavesa de la vida,
con el miedo cautivo entre las sienes,
en la huesa vacía de tus hoscas mortajas.
Mujer que en el mendrugo lates apacible ,
desposando a la hierba con tu pico de avecilla.
Hoy te entrego un latido doblado,
la mueca de un tiznado fantasma,
la híbrida camisa de mi talle roto.
Arcángeles poblando las siniestras praderas,
juicios equidistantes de mi pulso abandonado.
Sacrílegas respuestas de pútridos dogmas,
gredas áridas, de amores inocuos y marchitos.
Mujer que te encasillas en pozos agoreros,
limada tu avaricia de sueños iracundos,
tendencia de Caifás con diademas encubiertas,
en el reino de Tiberio, tramando tu estrategia.
Hoy te otorgo mis jardines de arcilla,
y digo que mis versos son rosarios desgranados,
y digo que mis letras fermentan en su cuenca,
y digo que son vanos mis riegos en simientes,
y te concedo dolorido, mis labios en silencio.
Walter Faila