Yo soy el que acepta la mortaja de la vida,
la derrota que la sombra al sol ha provocado.
Sombra que se escapa exiliada de los ríos
para secar las angustias de su alma enamorada.

Acepto, hidalgo, la derrota y la desdicha,
de las tardes que vendrán por mi pasado,
esteritos que en lagunas forman charcos
ahogando las miserias de mis tules y mis trapos.

Renuncio a las dádivas humanas de mis sueños,
prefiero realidades que sucumban con su gloria.
Periferias sofocantes del calor de toda noria
cuando mueven engranajes de pasión en cada ronda.

Comprometo mi futuro de nada entre la nada,
hasta que un corazón se haga eco de mi historia,
entre el cobre y la maceta que redacta una corola
la flor se me enmudece, y crece la ilusión de mis auroras.

Fundamento mi existencia desde el alma,
solo ella, cabizbaja de emociones me soporta,
y me elevo en los vientos clandestinos de una estrofa
cuando un verbo de amor sopla mi espíritu de bardo.
Yo no siento en mi destino mas que nardos
que agigantan las espinas puntiagudas del futuro,
y aun así, espero con pasión ese árbol duro
que algún día brotará con su fruto ensangrentado.

Yo acepto mi triunfo, si tal vez el existiera,
porque quiero a su piedra maldecida ser el prado,
y treparme a sus senos como hiedra de justicia
dando el verde merecido, a su gris o azul perlado.

Yo acepto mi desdicha como acepto mi pecado,
porque he nacido en las aldeas de los diablos,
 cuando en la urbe de mis sueños no encontrado,
la mujer se volvió luz, y a su sombra de deidad,
me volví esclavo.

WALTER FAILA